¿A alguien se le ocurriría dejarse sacar una muela por una persona elegida por sorteo de entre el censo electoral? ¿Alguien dejaría que le arreglase su coche una persona elegida al azar? Seguramente en ambos casos preferiríamos un dentista o un mecánico con experiencia. Sin embargo, la Justicia parecía que la podía impartir cualquiera. Elegimos nueve personas por sorteo cuyo conocimiento sobre el funcinamiento de los tribunales procede de las series de televisión, les explicamos someramente el principio de presunción de inocencia, por si no lo han asimilado con las series, y hala, a decidir si condenan o absuelven a alguien de la comisión de un homicidio.