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Críticas sobre Tomás Nevinson (7)
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Beatriz_Villarino
 13 April 2021
Esta novela ha conseguido que surjan pensamientos escondidos, recordatorios de culpa que me intimidan hasta que, inmediatamente, una u otra justificación consigue aplacar la conciencia por momentos. La duda sigue ahí. Tomás Nevinson cala hasta lo más hondo del lector, espolea éticas y plantea situaciones con las que podemos no estar de acuerdo si no adoptamos otro punto de vista. El protagonista expone las obsesiones, recuerdos, obsesiones, alegrías, obsesiones, lamentos y obsesiones que lo han acompañado, y atormentado, toda su vida.

Como un moderno Ulises, Nevinson partió dejando a su mujer e hijos y estuvo diez años luchando contra dioses portadores del mal, a veces en brazos de comprensivas Circes, otras, interesadas Calipsos; ejerciendo en ocasiones de Escila impía y, frecuentemente, de navegante a punto de ser tragado por Caribdis. Una vez regresó a casa, la moderna Penélope apenas cree lo que ocurre. Berta Isla esperó pacientemente, sufrió por él, lo dio por muerto. Así se lo comunicaron. de nuevo lo tiene a su lado sin saber exactamente su “aventura”. «Ella, milagrosamente, no me había rechazado del todo tras una ausencia continuada de unos doce años, no solo ausencia sino también silencio».

El lector tampoco lo sabe aunque lo intuye. Ahora, Tomás Nevinson se desdobla en dos personas diferentes, aunque en el fondo sean la misma, dos narradores que van alternando la tercera y la primera personas para, en un monólogo interior casi constante, abrirse a nosotros. La lectura de Tomás Nevinson no implica solo estar al tanto del trabajo de quien ha firmado la Official Secrets Act, supone conocer las dudas, los temores y desalientos de quien es consciente de las ventajas de ser invisible, una de ellas, la principal, es que permite renacer, reencarnarse en otro sin ninguna carga, «Sabes que lo único seguro es estar muerto. Por eso lo estuviste durante tanto tiempo, para que nadie te buscara con veneno ni acero».

Con la misma facilidad que el protagonista cambia de personalidad, el narrador no duda en alternar su voz para que las opiniones de Tomás Nevinson se unan a las de Miguel Centurión a la hora de exponer los principales temas de la novela, las cinco dolencias causantes de una de las épocas más duras por las que puede atravesar una sociedad con consecuencias irreparables, los ataques terroristas. Son dolencias porque son contagiosas: «—La crueldad […] El odio […] La fe es contagiosa… se convierte en fanatismo a la velocidad del rayo […] La locura [...] La estupidez…».

Javier Marías se vale de datos históricos, pasados o actuales, datos literarios o cinematográficos para retratar el terrorismo feroz que durante años castigó a España por un lado, a Irlanda por otro, con ayuda casi siempre, de los intereses económicos y armamentísticos de las grandes potencias. Pero no es una novela negra aunque su fondo sea negrísimo, como un pozo vacío. No predomina en ella el misterio, aunque algunos de los capítulos o episodios terminen de manera expectante. de hecho, el narrador se permite la licencia de adelantar acontecimientos (a veces obvios) con pequeñas prolepsis, «Tupra había calculado que la misión me ocuparía unos meses a lo sumo, pero sabía por experiencia que todo se alarga y se enreda y se anuda».

Mientras, el autor, inimitable, prolonga el final hasta el último momento (en algún instante, desechado, he sentido la tentación de ir directamente a la última página).

Tomás Nevinson es una novela reflexiva que destila sarcasmo hacia determinadas organizaciones, trata con ironía la actuación de personajes identificativos de una colectividad e incide con humor en hechos, pensamientos que representan al grueso de la sociedad, protagonizados por los personajes, «En mala hora me habían puesto ese nombre. Allí estábamos los dos, Centurión y Comendador, parecíamos una pareja de cómicos anticuados», o por aquellos individuos extraídos de las leyendas, como la de San Dionisio quien, según un cardenal recorrió nueve kilómetros con su cabeza en la mano, a lo que «una ingeniosa dama […] rebajando con una sola frase la hazaña: ¡Ah, señor —le dijo—. En esa situación, solo el primer paso cuesta». Pero todo tiene un porqué en la escritura de este autor, hasta la última palabra.

He leído muchos artículos de prensa de Javier Marías y veo en las cavilaciones de Nevinson las de su creador. He leído bastantes novelas de Javier Marías; cada vez que termino una solo pienso, ¿cómo no le han dado el Nobel todavía a este hombre? Ahora, que empiezo a estar desencantada con esta sociedad, tras haber leído Tomás Nevinson exijo, si eso puede hacerlo cualquiera, el Premio Nobel de Literatura y el reconocimiento absoluto para Javier Marías. Un hombre que, al contrario que su personaje no se ha respaldado en el ocultamiento, siempre ha dicho lo que pensaba aun a costa de herir sensibilidades o granjearse enemistades.

En su última novela ataca las consecuencias del fanatismo, da lo mismo que nos dejemos llevar por una idea política, social o religiosa, cuando esa idea es única y no estamos dispuestos a razonarla, a entender el porqué de otras, cuando nos creemos dioses en posesión exclusiva de la verdad, actuaremos como dioses, orgullosos, egoístas que se piensan dueños de los pobres mortales, con poder y razón para disponer de sus vidas.

Es lo malo de los dioses, es lo malo del terrorismo, que son capaces de castigar a quienes no han hecho nada, porque lo importante no son las vidas destrozadas, lo que importa es el miedo que instalan en los demás, conseguir que se agachen ante sus exigencias por el terror de la venganza.

Javier Marías ha recordado en esta novela los hechos sufridos en España durante los años 1997 y 98 a causa de la banda terrorista ETA y padecidos en Irlanda a manos del IRA. Una época de horror que muchos han olvidado y conviene recordar, como todo lo ocurrido en la historia. Conviene saber qué pasó, el espanto de los damnificados e incluso de algunos criminales, meros espadas ejecutores que no piensan, solo obedecen al que mueve los hilos pues, si no lo hacen otra espada se levantará sobre ellos.

El horror del terrorismo. La frialdad de actuación. La impotencia de quien intenta combatirlo porque teme convertirse en un verdugo, sin sentimientos ni simpatías hacia nadie, solo es un trabajo. Nevinson se enfrenta a una duda crucial en su último encargo. Debe eliminar a una mujer, de entre tres, que supuestamente es una organizadora de la ETA y el IRA. Una mujer presuntamente infiltrada en una ciudad del noroeste español, que ha cambiado de vida pero posiblemente volverá a actuar como terrorista, que está agazapada esperando saltar sobre quien sea. No hay pruebas fehacientes. Nevinson, ahora como Miguel Centurión, se introducirá de incógnito en un colegio de la ciudad, Ruán, como sustituto temporal del profesor de inglés. Nadie sospechará de él pero él sí debe sospechar de una de las tres y matarla, para evitar males mayores.

A lo largo de casi 700 páginas asistimos a la convivencia pacífica, tranquila de la ciudad. Nada que, en principio, delate directamente a ninguna de las tres mujeres, dos de ellas muy queridas, la tercera muy respetada y admirada. Aquí está el problema. Centurión pasa en Ruán casi nueve meses y no tiene nada claro, no sabe si por haber estado fuera de lugar dos años, porque se ha enternecido con el paso del tiempo o porque ha conocido a esas personas, no a quienes fueron en un pasado, poco sabemos de él, todas ocultan algo; las conoce en el presente y, al tratarlas, surgen sentimientos de simpatía, de empatía, de admiración, de atracción e incluso de querencia. ¿Podrá decidirse a eliminar a alguna? En la entrevista con su superior inmediato, Tupra, señalan a una de ellas como probable. No hay nada contrastado, solo existen posibilidades más o menos evidentes. En esos momentos aparece el verdadero Tomás Nevinson, no el perteneciente al MI5 cuya misión es obedecer, por miedo también a las represalias, sino la persona de 46 años que ha madurado, ha leído, ha experimentado diferentes realidades que pueden afectar al hombre.

Nevinson se encuentra en una situación parecida a la que relata al comienzo de la novela. Desde su presente de 2020 recuerda una película de Fritz Lang en la que un cazador localiza a Hitler y tiene la oportunidad de matarlo cuando aún se desconocen las atrocidades que será capaz de cometer, aunque ya apuntaba maneras. El personaje cinematográfico no lo mata, obviamente, pero nuestro narrador comienza a preguntarse cuándo es lícito matar a una persona, si será justo asesinarlo sabiendo que en un futuro causará muchas muertes y, sobre todo, si uno es capaz de llevar a cabo un crimen de forma fría sin nada que dé pie en ese momento al atentado.

El protagonista reflexiona sobre la memoria, la venganza, el miedo, la ocultación, el amor o la culpa, «sentí aquel mismo ligero reproche hacia el orden del universo, que es el que nos lleva a todos a apostar y a perder». No hay mayor pérdida que la vida, por eso la muerte está presente también en las minuciosas descripciones cargadas de figuras retóricas, sobre todo repetitivas para hacer hincapié en que el tormento infligido es consecuencia de una decisión que a veces no es tan individual como podría parecer, pero deviene privativa del ejecutor «interviene la voluntad […] una voluntad apremiada […] una voluntad demediada […] no es posible que ya no vaya a ver […] que esa cabeza que aún funciona […] que ya no vaya […] que mi cuerpo despida […] de quien me ha matado […] careceré de conciencia…».

Javier Marías utiliza las reflexiones para introducir citas de otros escritores o de sus propias obras anteriores, acciones de personas reales que fueron invisibilizadas, privadas de la vida de forma violenta. Da igual la época, nuestra memoria, nuestra percepción es tan cruel que consigue ocultar los hechos feroces para que nos sacudan de nuevo a salir a la luz, recordando el lamento de Quevedo en sus versos «Soy un fue y un será / y un es cansado», «el tiempo no avanza y nunca olvidamos nada. Lo de hace diez años es ayer para nosotros. Es hoy mismo incluso, está pasando».

Tomás Nevinson ha actuado amparado en el ocultamiento, en el desdoblamiento. Cuando tiene claro quién es en realidad sustituye al narrador de tercera persona por el intimista de la primera, el propio protagonista no duda en culparse si es necesario para salir de lo camuflado y vivir de forma manifiesta «Centurión hizo otra pausa a sabiendas de que no debía […] Ese es tu verdadero nombre, como el mío es Tomás Nevinson y no Miguel Centurión, como tampoco fue MacGowran ni Fahey, ni…».

La muerte acecha en cada página de Tomás Nevinson, su llegada, a modo de sueño que permitirá no despertar, supone un constante desasosiego aunque normalmente la leamos con tranquilidad, razonando con Centurión, razonando con Nevinson hasta estar nosotros convencidos de qué postura hubiésemos adoptado en su lugar, hasta conocer a Tomás como persona, no como perteneciente a un grupo, hasta que vemos a Javier Marías en Centurión, en Nevinson y en la propia Berta Isla y nos consideramos honrados de descubrir denuncias políticas (que muchos de nosotros exponemos solo en nuestro círculo más cercano y nos rebelamos con lo que presagiamos más efectivo, el voto), «no era el Führer, nadie lo puede ser, o quizá sí, hoy creo ver alguno en ciernes», y sentimos gratitud porque intuimos, de nada podemos estar seguros, que Marías se ha abierto algo más hacia nosotros y estamos orgullosos de ser coetáneos de otro universal de las letras.

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Gww
 10 April 2024
Tomás Nevinso nos narra un capítulo concreto de la biografía del marido de Berta, una de sus acciones cuando ya espera saldada su deuda con sus superiores, cuando cree haber salido del círculo de la falsedad y el fingimiento, cuando juzgaba ya concluido su trabajo paralelo, cuando se aferra a los restos de una vida que se le ha escapado entre los dedos y que apenas puede aspirar a recomponer de manera fragmentaria, a modo de un retrato cubista.



Y es que Tomás Nevinson es de nuevo reclutado para descubrir la verdadera identidad de una terrorista de ETA de entre tres sospechosas, habitantes todas ellas de una brumosa ciudad del noroeste español, una especie de Vetusta, tan provinciana y pacata, tan limitada y tan capaz de ofrecer a sus ciudadanos cuanto necesitan para su felicidad o desgracia como cualquier otra ciudad de cualquier punto geográfico.



Y en ella se instala Tomás, bajo la apariencia de un profesor de inglés venido de Madrid, y en su vida social se integra tratando siempre de descartar a dos inocentes, de atrapar a una culpable. Y no siempre es fácil cuando otros también viven en la falsedad y el fingimiento, cuando todas las vidas tienen qué ocultar, qué esconder tras una máscara, un velo de reserva y secreto como muy bien conoce Tomás.



La trama se desarrolla en un momento concreto de la vida española, en los meses previos y posteriores al asesinato de Miguel Ángel Blanco, lo que no hace sino añadir más presión a la búsqueda de Tomás, pero también siembra más dudas, más preguntas que se ve incapaz de contestar, como si su pulso de agente secreto se le hubiera desdibujado con el tiempo, deteriorado por la vuelta a la vida con Berta.



Este Tomas, que vive solo, porque solo está quien no puede compartir su biografía con quienes le rodean, quien ha de inventarla y sostener la mentira, mantiene un vibrante diálogo interior, no un monólogo, reservado para personas más afortunadas, diálogo al fin ya que en Tomás habitan muchas almas, todas las almas, perdónenme la ironía, de las personas que ha impostado y, tal vez, la de aquellos a quien ha engañado o matado, eliminado o suprimido. Y es tal vez esta novela en la que ese infinito y laberíntico diálogo mejor se adapta al estilo caudaloso y desbordante de Marías en el que pocos hilos dejan de ser recorridos, donde no hay apuesta por cubrir, llevando a la trama y al argumento a una desnudez absoluta y hermosa, donde Marías es, al fin, más Marías que nunca, difícil desafío para quien, confiemos, esté ya trabajando en una tercera parte.



Ambas obras pueden leerse de manera independiente puesto que los temas abordados también lo son, si bien mejora la comprensión de los personajes, de algunas referencias, de algunos actos, si se leen en el orden en que fueron escritas. Y para concluir, como muy bien puede aplicarse para tantas otras novelas del autor, la mejor recomendación es la de dejarse guiar, confiar en él, en que sabrá traernos y llevarnos por las vidas de sus protagonistas y que, en ese camino, aprenderemos tanto como ellos.
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MPrim
 03 November 2021
Tomás Nevinson está escrita en capítulos cortos como esa otra novela de Javier Marías, llamada Berta Isla, que precede a la primera en el tiempo y “con la que forma ‘pareja', digámoslo así”, según hace referencia el propio autor en su apartado de reconocimientos y agradecimientos.



Como en Berta Isla, el trasfondo está marcado por acontecimientos históricos, muchos de un pasado reciente y que, sin embargo, han quedado olvidados de nuestra memoria o bien nunca conocidos. Sobre esta base histórica se asienta el relato de ficción de forma que resulta creíble.



El personaje Tomás Nevinson tuvo que vérselas con un dilema “diabólico” cuyo afrontamiento tambaleó sus convicciones más profundas, cuestionadas también con anterioridad. La decepción, el hartazgo, la duda hicieron mella en su carácter.



La novela me ha tenido en vilo durante gran parte de su lectura. Novela de espionaje, pero también aborda la historia de hechos concretos del terrorismo en España.

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Bady
 01 May 2022
No puedo ser objetivo con Javier Marías, entiendo que haya a quien no le gusten sus novelas, pero yo le considero como el mejor escritor en lengua castellana vivo, con lo cual me dejó llevar por mis sentimientos hacia él.
Acabé Tomás Nevinson hace varios días y he tardado en escribir la crítica porque no dejo de pensar en la obra, ¿qué habría hecho yo en su lugar?, es lo bueno de Javier Marías, acabas el libro y todavía permaneces en la historia, te hace pensar y, con los tiempos que corren, pensar es peligroso.
La trama es sencilla, Tomas Nevinson vuelve a entrar en acción para los servicios secretos ingleses, tiene que desenmascarar a una terrorista de ETA y del IRA y acabar con ella y aquí encontramos el problema del "no matarás" y además el hacer daño a una mujer.
Puede parecer que hay un ritmo lento, repetitivo, pero la vida en una ciudad de provincias es así, sin novedades, siempre lo mismo y de la misma manera.
El desarrollo de la trama nos trae recuerdos dolorosos y no olvidados como los atentados a Hipercor o la ejecución de Miguel Ángel Blanco y toda la protesta social que generó.
No sólo es una novela de servicios secretos, es más, refresca la memoria histórica con unos acontecimientos cercanos y retrata a unos personajes muy reales como al cacique y al corrupto que tanto abundan en el mundo ibérico.
El estilo de la novela es el de siempre de Javier Marías, lento, preciso, sacando cada valor a cada palabra, metiéndose dentro de la mente del personaje de Tomás Nevinson y haciendo que nosotros también entremos en ella.
Pero la pregunta sigue ahí, ¿cómo habría actuado yo en lugar de Tomás Nevinson?, matar y encima a una mujer.
Me gusta que el Sr. Marías me haga pensar aunque sea peligroso.
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Aida85
 19 November 2021
Al igual que en Berta Isla, y que en otras novelas de Marías, el protagonista, Tomás Nevinson, se encuentra en la encrucijada personal de hacer el bien o mal, o de lo que él considera bien o mal, o de priorizar sus necesidades personales frente a las sociales. Estas incertidumbres y dudas, que en algún momento todos tenemos, se personalizan en el protagonista, que pertenece al servicio secreto británico, en el contexto social y terrorista de la España y del Reino Unido de los noventa, que ven sus vidas cruzadas.
Quizá en esta novela Marías peca demasiado de Marías, y llega a atragantarse en algún momento, pero siempre termina resolviéndolo satisfactoriamente.
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Guille63
 07 March 2023
“La crueldad es contagiosa. El odio es contagioso. La fe es contagiosa. La locura es contagiosa. La estupidez es contagiosa.”

Es tal la confianza que tengo en Marías que empiezo siempre sus novelas con la casi total seguridad de que obtendrá sus cuatro o cinco estrellas pertinentes. Solo una vez tuve que bajar a tres, y no tanto por falta de cualidades sino por el resultado de compararla con el resto de sus obras. Pues bien, este pobre Nevinson ha salido incluso peor parado de esa comparación, pero, como dice uno de los muchos mantras que contiene la novela, nuevos y antiguos, todos tenemos nuestras lealtades, aunque sean inexplicables: no me veo capaz de otorgarle únicamente dos estrellas, ni sería justo tampoco.

En su trama, la novela es una dramatización del famoso dilema del ferrocarril, ya saben, un tren se dirige a toda velocidad por una vía en la que se encuentran cuatro víctimas inadvertidas del peligro inminente. Solo usted puede salvarlas efectuando un cambio de vía que lo dirija hacia otra dirección en la que, desgraciadamente, también hay una víctima, pero solo una, que, en tal caso, morirá con absoluta seguridad. Este dilema, ya de por sí irritante, viene aquí reforzado por la sospecha de que esa única víctima, de dejarla viva, puede ser además la causa de más muertes.

“Matar no es extraño si se tiene pleno conocimiento de a quién se mata y de a cuántos se salva, casi todos lo ignoran y se acobardan.”

Para escenificar tal dilema, Marías aborda un tema tan difícil como es el terrorismo…

“Los terroristas no son patriotas ni revolucionarios ni creyentes ni militantes. En primer lugar son asesinos.”

… y su complementario, ese mundo sucio de las cloacas del estado que tan hipócritamente condenamos a veces desde fuera, que tan duro y definitivo puede ser para los que están dentro y lo difícil, no obstante, que es salir de él…

“Resulta insoportable estar fuera una vez que se ha estado dentro y allí se ha creído poder despeinarle, de tarde en tarde, una pestaña al universo.”

… o que te saquen.

"… se emborrachan, se drogan, se deprimen, se arrepienten y buscan expiación o castigo, se dan al juego y contraen deudas insaldables, se refugian en las religiones tradicionales o en otras nuevas de pacotilla, todas absurdas; o bien se pavonean, necesitan hacer saber que han hecho algo valioso en la vida, no soportan que sus hazañas no consten en ningún registro, les acaba por pesar el secreto de su existencia.”

Al hilo de ello, y como no podía ser menos en Marías, se tratan una variedad importante de aspectos relacionados con el principal, como el poder del odio, de la venganza…

“Nada se va jamás del todo, y lo que parece haberse ido regresa antes o después… en todo caso regresa con el rencor acrecentado.”

… la fuerza de lo ya hecho, de lo ya sucedido, las dudas, el tormento, el sentirse solo pasado y ser ya incapaz de cambiar el rumbo…

“Y poco a poco uno se pregunta si todo fue necesario, cada acción, cada promesa, cada argucia y cada falacia, y el tormento lo va minando y venciendo…y es entonces cuando uno comprende que, una vez que uno empieza, una vez que da el primer paso y se tuerce, solo cabe avanzar por el camino torcido, y retorcerlo.”

… lo difícil del arrepentimiento…

“… no se pueden arrepentir sin demoler y destruir toda su existencia anterior.”

… lo trágico que es ese momento en el que uno vislumbra la inutilidad de todo el horror causado a tanta gente inocente, el de comprobar que toda esa mierda al final no ha servido para nada.

“Todo se ha gastado, nada se ha obtenido.”

Todo esto, y más, con la primorosa y precisa prosa de Marías. ¿Qué podía fallar?

Uno no se cansa nunca de leerle, pero tampoco es lo más deseable encontrarte cien veces el mismo comentario, a veces modificado o enfocado desde otro punto de vista, muchas veces literalmente el mismo, algo que es marca y señal del autor, pero de lo que aquí, pienso, se ha abusado en demasía.

Por otro lado, no es que las historias que narra Marias en sus novelas sean su mayor atractivo, pero creo que sus reflexiones pierden fuerza cuando la historia que las sustenta no está bien justificada, no está bien cerrada, peca de inverosímil, y este creo que es el caso de esta novela, algo que también resalté en aquella otra malparada en la comparación, Los enamoramientos, y que, al igual que en ella, fuerza al autor a gastar una excesiva cantidad de páginas en reforzar, y no terminar por conseguir, el inestable andamiaje de la novela.
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J_Ordz
 21 November 2022
Es un libro de espías pero diferente, un personaje maduro, con mucha más reflexión. de la que uno podría esperar del género. pero por lo mismo un relato erudito, reposado, con conflicto humano. Un poco largo tal vez, pero muy disfrutable cuando uno ya entiende el concepto.
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