Estoy segura de que, como yo, alguna vez habéis leído alguna de estas coplas (“recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando [...]”), pero no sé si habéis tenido el lujo de leer esta obra en profundidad, porque eso es lo que me ha parecido a mí, un lujo. Esta elegía es una reflexión sobre la vida, la fama, la fortuna... una narración de sucesos históricos y personales que ensalzan la figura del padre y con los que se ataca a quienes han sido enemigos, en los que está muy presente la resignación ante la muerte y la idea de que esta nos vuelve a todos iguales. Si algo me ha llamado la atención de esta obra es la sencillez de su estructura y su vocabulario, a pesar de haber sido escrita en el siglo XV; realmente es un texto fácil de comprender y de lectura fluida que, lejos de ser pesado, enrevesado o difícil de comprender como otros de la época, resulta llano pero a la vez elegante y sutil, una forma muy bella de ensalzar a un padre que se muestra idealizado, un ser que a los ojos de su hijo bien puede rozar la perfección. Si la belleza y el valor literario de esta obra fuera poco por sí mismo, Antonio Santos pone la guinda con unas ilustraciones que encajan a la perfección con el sentir del texto. Unas imágenes que no solo transmiten muchísimo por sí solas sino que crean una sinergia perfecta entre texto e imagen, haciendo que el mensaje llegue de forma más intensa aún si cabe. Un poemario muy bonito y elegante, tanto en la estética como en el contenido, que hace que esta colección sea una joya para cualquier estantería. Como os decía, ¡todo un lujo! + Leer más |