Al abrigo del mar

Una historia preciosa, con alma, de esas que te calan dentro...

Con una ambientación muy bien documentada y vívida, que asalta los sentidos, nos situamos en la Almería de finales del siglo XIX. La pluma de Beatriz es capaz de hacernos retroceder en el tiempo y sumergirnos en las callejuelas almerienses, en sus paisajes y costumbres, en el alegre y desenfadado ambiente de sus cafés... Es una auténtica maravilla. Por otra parte, el lenguaje usado, tan propio de la época dota a la historia de un mayor realismo.

La trama, presentada por un narrador omnisciente de tercera persona que nos permite también conocer los pensamientos más ocultos de los personajes, gira en torno a la historia de amor de dos jóvenes de países y costumbres diferentes y de distinta clase social. ¿El amor lo puede todo? Sí, pero eso no significa que conquistarlo sea un camino de rosas, y ambos tendrán que superar numerosos obstáculos, trampas y malentendidos hasta alcanzar su final feliz. La linealidad de la trama viene interrumpida por los saltos en el tiempo que efectúa la autora, adelantándonos acontecimientos que te sacuden emocionalmente para luego retroceder y contarnos cómo sucedió, lo que mantiene atrapada la atención del lector.

Los personajes me han fascinado, especialmente por la maduración que experimentan a lo largo de la historia. Siempre se ha dicho que las mujeres maduran más rápido que los hombres, y en esta historia así es. Vemos a Astrid evolucionar con mayor rapidez, siendo capaz de poner las cosas en su lugar y concederles el peso que deben tener, mientras que Román se queda apresado en el orgullo herido y le cuesta más reaccionar. Además, ha sido precioso ver la evolución de un amor joven, casi adolescente, hacia un amor más firme y seguro, purificado por el dolor. Reconozco que, en muchas ocasiones, leí la historia con el corazón en un puño.

Román es un joven pescador de un pueblo almeriense, sin fortuna, sin educación escolar, pero honesto y con un gran corazón. Vemos cómo la vida lo va cambiando hasta hacerse un hombre. Me ha recordado a esos jóvenes intrépidos y decididos que, a inicios del XIX partían a América a hacer fortuna, y volvían hechos unos señores. El sufrimiento de Román a causa del amor perdido, te conmueve, por eso, al igual que Astrid, no comprendes la cerrazón de su orgullo cuando tiene la posibilidad de recuperarlo.

La maduración de Astrid la lleva de ser una joven inocente, ingenua y algo pícara (me encanta la escena en la que le pide a Román que le explique lo que es el deseo físico y qué produce en su cuerpo) a ser una mujer más reflexiva, decidida y prudente al mismo tiempo, con ideas claras.

El amor entre ambos es precioso, esos encuentros de amor juvenil, de cogerse de la mano, de besarse a escondidas... Ese primer amor sencillo y profundo. Y luego, el amor maduro, conquistado palmo a palmo con ternura, con humildad, con hechos más que con palabras.

Bueno, sin duda es una historia que hay que leer, porque a mí me está costando escribir la reseña sin hacer ningún spoiler, porque tiene escenas tan bonitas... Lo recomiendo 100%