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Críticas sobre La muerte en Venecia (31)
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Ros
 15 May 2023
“No se trata de hablar, no se trata de callar: se trata de abrir algo entre la palabra y el silencio.”
Roberto Juarroz, un gran poeta, dio a luz esta frase, puso sentido a algo distinto que se sitúa en medio. Esta perla escrita, hoy me sirve a mí, para encabezar una reseña, para resumir algo a lo que volveré más adelante.

Thomas Mann, el autor, parece decantarse por dotar a Gustav Aschenbach, su protagonista, por la superioridad, amamantado a los pechos de la introspección , el ser acariciado por la solvencia de la soledad, cuyo pensamiento emancipado e intelectualizado lo elevará por encima del otro.

La novela, esta Muerte en Venecia, parece albergar en su seno la cuestión vital a resolver del ser humano, me dejo caer o me aferro.
El abismo o el sentido profundo de continuas resurrecciones a través de la belleza, de la creación intelectual, como sujeción ante la siempre posible caída y ante el desmoronamiento.

El protagonista, Gustav parece despertar de un sueño, el de su vida de éxito y aclamación y se descubre como pesadilla de la que quiere y necesita huir , escapar, emigrar de todo y de todos, si es que esto fuera posible, y sobre todo, alejarse de él, de su trabajo, de sus esfuerzos, de su insufrible responsabilidad con su obra.

En él urge una ruptura plena, integral, absoluta, quizás viajar, hallar otras cosas de las que puedan darse en otras tierras, en otros confines, capaces estas, de deportarlo lo más lejos posible de todo aquello que ha venido siendo su vida.

El gusto y el carácter de Gustav Aschenbach por envolverse con los ropajes de la soledad lo configuran, en esta novela, como taciturno, confuso, inseguro y pesimista.
Un hombre que ocupa una cara de la moneda cuyo reverso se llena con seres sociables, abiertos, que quizás , sin demasiados motivos para ello, se sienten felices, seguros y confiados.

Una misma moneda con dos caras que se oponen, que representan la vieja unidad de los contrarios.

La novela se empieza a desplegar en un ambiente culto, hedonista, muy intelectualizado en el que un hombre, un escritor, se encuentra inmerso en plena crisis existencial.

Gustav Aschenbach, lo hemos dicho, hombre solitario que permanece constantemente debatiendo consigo mismo, arropado por la soledad y seguro en ella, está notando como cada célula viviente de su cuerpo comienza a tomar el camino que parece llevar al final, no al de etapa, no al de ciclo, sino a ese otro que se escribe con letras mayúsculas y perecederas que pesan como plomo y que al unirse forman el sustantivo decadencia y final.

Busca en su cabeza un destino, el lugar después de la escapada. Escudriña, duda y por fin se decide por Venecia.

El primer desencuentro se producirá en el vaporetto que lo lleva a uno de los hoteles del Lido, rodeado por música, alegremente chabacana , y un viejo enjuto y seco con la cara maquillada, con el objeto de parecer más joven, desdentado y exageradamente sonriente, se dirige a Gustav, el escritor siente un profundo rechazo, desprecia esa terrible caricatura.

Un posterior desencuentro se dará cuando el gondolero que lo ha de llevar al hotel, se muestra absolutamente rebelde a obedecer las órdenes que le da Gustav. Y otro más, en el hotel cuando percibe las incorrecciones y mala educación de algunos huéspedes.

Ya en el hotel, en el bellísimo hotel, ya en su habitación, al abrir la ventana, siente como le golpea el cuerpo el pavoroso bochorno del siroco.

Si sumamos estos acontecimientos antipáticos para un hombre como Gustav y el insoportable ambiente del siroco, podremos comprender que quiera abandonar Venecia, aún a pesar de que había mirado y había visto a un adolescente, a un joven, a un efebo de no más de catorce años, cuya belleza superior no necesitaba ser contada, ni ser explicada.

Gustav dejará el hotel, pero un hecho fortuito le obligará a volver de regreso, han extraviado sus maletas y debe quedarse.

Ahora es momento de retomar aquello que escribió Roberto Juarroz y que ha encabezado esta reseña, Gustav Eschenbach, verá, observará y se cruzará a diario con el joven Tadzio.

En ningún momento, en ninguna página, en ninguna línea de la muerte en Venecia aparecerán estos dos personajes dirigiéndose una sola palabra, qué falta hará esta cuando la belleza , la hermosura y la pureza, hace innecesarias y ruidosas las palabras.

A esta exuberancia, a esta plenitud, a este algo superior no le pedimos voz, le rogamos solamente que nos permita seguir contemplando lo que a todas luces, sabemos divino.

En la muerte en Venecia de Thomas Mann lo que queda en medio, lo que ocupa el centro entre la palabra y el silencio, es la mirada, el gesto, la seducción, es la explosión de los cinco sentidos, vista, oído, olfato, y los que quedan fuera, el gusto y el tacto, se intuyen y se desean.

Las miradas y los gestos del maduro Aschenbach y del joven Tadzio parecen perseguirse, y desde luego, en casi todas las ocasiones turban su mirada.
Otras veces la apartan para poder volver a Tadzio con más fuerza, con más determinación, a la manera que ya nos lo contó Sthendal cuando nos proponía que debíamos apartar la mirada de la obra de arte, para no desmayar y poder volver a ella con más fuerza.

Gustav Aschenbach siente una Venecia sucia decadente, llena de callejuelas imposibles y un olor penetrante y desagradable lo va inundando todo, es el hedor del desinfectante. En Venecia hay cólera , las autoridades lo niegan pero la evidencia se manifiesta en cada rincón de la ciudad.

Thomas Mann en Tadzio, parece haber rescatado una figura perteneciente a la estética griega clásica.

Tadzio no solo reúne las características físicas de una belleza armónica, es que además su gestualidad es de una armonía contundente, baste para ello, recordar el momento en el que el joven entra en el mar y parándose con agua hasta un poco más allá de los tobillos levanta el brazo para señalar algo inconcluso, algo que no sabemos muy bien qué significa pero que es de una belleza sublime. Quizá el anuncio de la despedida.

Los días se sucederán imponiéndose las miradas, los gestos y el entusiasmo de Gustav al poder contemplar a diario, aquello que pedimos que no nos ciegue para poder seguir contemplándolo eternamente, como imprescindible sustento para no desfallecer.

Todo va sucediendo con un orden organizado desde lo sublime que adorna, que cruza por la palabra y el silencio sin rozarlo siquiera.

En Venecia el cólera se hace fuerte, los viajeros van dejando los hoteles, y volviendo a sus lugares de origen. La familia de Tadzio también lo hará, pero para el joven y su familia hay un día más de playa , para Gustav también, sentado en una hamaca en la arena, se dispone a contemplar lo excelso , lo sublime, para lo que no existe un adjetivo terrenal que pueda nombrarlo.

Gustav con su cara maquillada, a la manera del hombre que despreció en un principio, con sus mejillas coloreadas en un rosa excesivo, sus labios tintados por el carmín, su cabello canoso ennegrecido, y sus pestañas y cejas oscurecidas también, ya que el imperativo es ser y sentirse joven, necesita sentirse apto para que sus miradas hacia Tadzio le ofendan un poco menos.

La muerte en Venecia es una novela casi de obligada lectura. Para la persona que escribe esta reseña, se trata de una de las obras imprescindibles, capaz de recoger en cada una de sus páginas, la verdad de la existencia.

Leyendo esta novela en algún momento, tendremos que apartar la vista de ella para recogernos y pensar.

Y por cierto, la película, que se hizo de esta obra, dirigida por Visconti recoge con enorme solvencia la esencia del libro, es también una bellísima obra de arte.
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brownchoco
 19 October 2022
Un escritor alemán en su decadencia que necesita desconectar viaja a una Venecia pobre y decadente en donde se enamorara de un adolescente. Una narración en la que no sucede prácticamente nada salvo nada más y nada menos que el tormento interior que vive nuestro protagonista,este se verá locamente atraído por el joven sin que en ningún momento se acerque a el.solo admirara su belleza desde la distancia.Es muy fuerte la lucha interna que sufre entre ese amor deseado pero prohibido,la moralidad está por encima,es tan fuerte su deseo que llegara renunciar a todo e incluso a el mismo. Es una lectura con bastante simbología, exigente, por lo que habrá que realizarla de forma pausada y reflexiva para poder analizar muchos de sus fragmentos,no apta para cualquier lector,sin embargo no deja de ser una joyita literaria que recomiendo
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Keoki
 16 August 2022
El escritor alemán Gustav von Aschenbach, que ronda los 50 años de edad, se encuentra en una pequeña crisis artística a la que quiere poner remedio viajando a Venecia en busca de inspiración. Es la segunda vez que viaja a dicha ciudad, y en la primera ocasión tuvo que marcharse antes de tiempo porque, según el propio Gustav, el clima de la ciudad le pone enfermo.

En esta segunda ocasión parece que la salud del escritor vuelve a resentirse, pero, de pronto, eso deja de importar cuando von Aschenbach conoce a Tadzio, un bello joven polaco de 14 años, que se aloja en su mismo hotel.

A partir de aquí el alemán se encapricha, se enamora del joven polaco, y vamos viendo cómo Gustav va comportándose de manera mucho más desenfrenada, lo cual es muy distinto a cómo se ha comportado durante toda su vida, siendo un hombre recto de la época. El autor describe fenomenalmente cómo afronta el escritor su amor, regalando al lector pensamientos muy profundos sobre la belleza y sobre la felicidad, entre otros.

La novela tiene una prosa fantástica, con unas magníficas descripciones del pensamiento del escritor, así como de la propia ciudad de Venecia.

Ahora viene lo que no me ha gustado, lo he intentado obviar, pero he sido incapaz de ello. Gustav von Aschenbach se pasa toda la novela persiguiendo al joven Tadzio, de 14 años (sí, 14 años). No llega a establecer contacto físico con el joven, se nombra en varias ocasiones que ese es un amor platónico, pero personalmente eso no lo puedo concebir así. Para mí, el señor escritor está acosando a un niño, yo no puedo verlo ni como amor, ni como belleza, yo eso no lo veo normal, de hecho fuera espectador de un caso así en la vida real lo consideraría denunciable.

Y eso es básicamente lo que ocurre en la novela, no voy a desvelar nada del final. Novela, eso sí, maravillosamente escrita. Si alguien me pregunta si la recomendaría, mi respuesta será una cara de póquer. Lo que sí que tengo claro es que leeré más sobre el autor, porque me ha gustado cómo escribe (ha sido mi primera novela de Thomas Mann).
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anais_i
 18 October 2022
Un clásico de la literatura, La muerte en Venecia es un libro para leer con tiempo, porque es breve (no llega a las cien páginas) pero desarrolla un tema complicado. La atracción de un escritor mayor (más de cincuenta años), von Aschenbach, hacia el joven Tadzio (aproximadamente doce años).

Aschenbach, en Munich, siente “deseo de viajar; deseo tan violento como un verdadero ataque, y tan intenso, que llegaba a producirle visiones”. Estaba pasando por una crisis creativa, no podía trabajar como él deseaba hacerlo, “como si a su obra le faltase el fervor de esa alegría ágil que, como ninguna otra cualidad, produce el encanto del público”. Decide cambiar su veraneo habitual en la casa del campo por “aire lejano y sangre nueva”. Decide irse a la playa. Y elige Venecia como destino.

Como todo lo vivido por Aschenbach en esta novela, el viaje y la llegada a Venecia tiene muchas preguntas, muchas miradas críticas y sensaciones desagradables, al punto que describe una Venecia diferente a la de los libros; casi fea e inhabitable. Hasta que descubre a Tadzio. Y en él, descubre la belleza que estaba buscando con tanta necesidad para poder trabajar en sus escritos. Y, encontrar al Tadzio, encuentra también todo un dilema moral. Porque no sólo admira la belleza del joven, sino que siente atracción (¿sexual?) hacia él. Esa atracción tiene una puesta en palabras por parte de Mann que resultan maravillosas. Pura poesía para describir las sensaciones de Aschenbach, sensaciones que contadas de otra forma, podrían transformarse en un relato pornográfico.

Como corresponde a la época, el final es aleccionador. Termina como debe terminar. Les recomiendo la lectura de esta pequeña gran novela. Les va a dejar pensando.
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mifuga
 11 January 2024
Lo prohibido ejerce sobre nosotros una atracción tan fuerte hacia el abismo que, a pesar de ver que nos conduce a lo más profundo y oscuro lo que somos, resistirse es absolutamente imposible.

La muerte en Venecia (Navona, 2023), de Thomas Mann (1875-1955) es una novela breve, publicada en 1912, en la que se nos presenta la estancia en la ciudad de los canales del escritor Gustav von Aschenbach. Durante la misma se siente brutalmente atraído por un muchacho polaco, Tadzio, que se encuentra hospedado con su familia y al que no duda en perseguir obsesivamente. A pesar de que se muestran numerosos indicios de a dónde le conduce este enamoramiento, el protagonista es incapaz de alejarse del objeto de su deseo.

El ambiente moroso de la obra, muestra de la ociosidad burguesa de principios de siglo, así como las ideas acerca de la homosexualidad, la creación artística o el carácter se han vinculado con elementos biográficos del propio autor. En muchos de sus pasajes se respira a Nietzsche, la filosofía y la mitología clásicas o la enfermedad del tedio que muestra decadencia de Occidente, previa a la Primera Guerra Mundial.

Tadzio -en ocasiones Eros, otras, Narciso-, siempre tentador para Aschenbach, un ángel a lo Rilke -"todo ángel es terrible"-, abre también el análisis acerca de la crisis sobre la identidad sexual y su represión. También acerca de la fantasía sobre la belleza masculina y ese placer prohibido. Mann controló esos apetitos para no arriesgar las comodidades de su vida, limitándose a tratar el tema en su obra. En cualquier caso, sabemos que en 1911 viajó a Venecia, alojándose en el Gran Hôtel des Bains del Lido y sintiendo un intenso interés por el joven barón Wladyslav Moes, de origen polaco, que parece haberle inspirado a Tadzio. Literatura y vida se entrelazan en un nudo difícil de desatar.
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Guille63
 01 March 2024
La novela plantea uno de esos problemas irresolubles que devienen de lo problemático de nuestra naturaleza. Como no sería capaz de expresarlo mejor, traigo aquí las palabras que Vargas Llosa recogió en el prólogo a mi edición refiriéndose a los instintos: “aunque su presencia siempre entraña un riesgo para el individuo y una amenaza de disolución y violencia para la sociedad, su total exilio empobrece la vida, privándola de aquella exaltación y embriaguez —la fiesta y la aventura— que son también una necesidad del ser”. A la cabeza de esos instintos “peligrosos” están los que tienen que ver con la sexualidad, sobre todo cuando el objeto del deseo es moralmente inaceptable.

“Porque la Belleza, Fedro, tenlo muy presente, solo es a la vez visible y divina, y por ello es también el camino de lo sensible, es, mi pequeño Fedro, el camino hacia el espíritu. Pero, ¿crees acaso, querido mío, que algún día pueda obtener la sabiduría y verdadera dignidad humana aquel que se dirija hacia lo espiritual a través de los sentidos?¿O crees más bien (te dejo la libertad de decidirlo) que es éste un camino peligroso y agradable al mismo tiempo, una auténtica vía de pecado y perdición que necesariamente lleva al descarrío?"

A estos problemas se tiene que enfrentar Gustav Aschenbach, un famoso hombre de letras, dotado de talento y, no menos importante, de una férrea voluntad, una severa disciplina y una gran ambición. Sus problemas de salud lo aislaron muy pronto del mundo impidiéndole disfrutar del “despreocupado abandono de la juventud”, quizá por ello, su palabra predilecta fue desde siempre «resistir», un lema que marcó su carácter y su obra. Los héroes de sus libros encarnaban la figura de San Sebastián: mantenerse firme pese “a la aflicción y a los tormentos, pese a la miseria, al abandono y la debilidad física, pese al vicio, a la pasión y a mil impedimentos más”. El heroísmo de sus personajes era el de la debilidad, el heroísmo de los que lograban imponerse a sus vicios y penalidades.

“Para que una obra espiritual relevante pueda tener sin demora una incidencia amplia y profunda, ha de existir una secreta afinidad, cierta armonía incluso, entre el destino personal del autor y el destino universal de su generación”

En su madurez, la obra de Aschenbach se había decantado “hacia una especie de paradigmática solidez, de trasfondo tradicional bien pulimentado, conservador, formal y hasta formalista”. El autor había aceptado un título nobiliario y sus obras se leían en los colegios, pero él se sentía insatisfecho con su trabajo actual y pensó que un corto viaje le infundiría las fuerzas que necesitaba para reavivar su obra.

“Con asombro observó Aschenbach que el muchacho era bellísimo”

Qué mejor decorado que la bella y decadente Venecia para situar el retrato de una decadente sociedad y asistir a la decadencia de un hombre enfrentado a su última lucha: unos deseos y una pasión de los que siempre había abominado.

Una pasión que, por un lado, se transmitió rápidamente a su apagada vida y a su faceta creativa…

“Nunca había sentido con mayor dulzura el placer de la palabra ni había sido tan consciente de que Eros moraba en ella, como durante esas horas peligrosamente exquisitas en las que, sentado a su tosca mesa bajo el toldo de lona, en presencia de su ídolo y con la música de su voz en el oído, dio forma a un breve ensayo inspirándose en la belleza de Tadzio, una página y media de prosa selecta cuya transparencia, nobleza y tenso y vibrante lirismo habrían de suscitar, poco después, la admiración de mucha gente…”

… pero de los que se sentía dominado,…

“Así, víctima de su extravío, no sabía ni quería otra cosa que perseguir sin tregua al objeto de su pasión, soñar con él en su ausencia y, a la manera de los amantes, dirigir palabras tiernas a una simple sombra.

… le inclinaban a extravagancias y preocupaciones de las que en otro tiempo se habría avergonzado, …

“A la vista de la juvenil tersura que lo había embelesado, su cuerpo senescente le daba asco; la visión de sus cabellos grises y los perfilados rasgos de su rostro lo sumía en la vergüenza y la desesperanza”

… abocándolo a una amarga situación de la que ya no había vuelta atrás.

“… quien está fuera de sí nada aborrece tanto como volver a sí mismo… la idea de volver a casa, al ámbito de la prudencia y el discernimiento, de la fatiga y el esfuerzo que aspira a la maestría, le repugnaba a un grado tal que el rictus de malestar físico contrajo su rostro”

Una maravilla de lectura, bella, profunda, brillante.

P.S. He releído la novela en el ejemplar que conservo de Círculo de Lectores en su Biblioteca de Plata. Una colección, como muchas otras de Círculo, fabulosa en su edición, con fotografías, la semblanza biográfica del autor y unos prólogos maravillosos de Vargas Llosa que después fueron reunidos y publicados en su libro «La verdad de las mentiras». Compré bastantes ejemplares en su día, y alguno más después en las plataformas de segunda mano en la que se pueden encontrar por precios irrisorios, y me gustaría dedicarle aquí este pequeño homenaje.
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entresomnis
 04 July 2022
Esta corta novela nos relata el viaje a Venecia que hace Gustav Aschenbach, un escritor alemán ya maduro. Un viaje de crecimiento en el que su personalidad disciplinada y rígida, que le ha acompañado a lo largo de su vida, entra en crisis al sucumbir ante la belleza de Tadzio, un joven alojado en el mismo hotel. Para nuestro protagonista, hallar el ideal de belleza que siempre ha perseguido tanto en su vida como en su arte, representa una tentación que lo lleva a lo más profundo de sus deseos reprimidos. La simple admiración y contemplación de su belleza en un principio, se acaba convirtiendo en su obsesión por un amor platónico y perturbador que esconde los anhelos existentes en su interior. Su deseo por alcanzar lo imposible le produce una inquietud y un desasosiego enfermizos que lo llevan a actuar de manera inconsecuente, al margen de la realidad.

Aschenbach es un hombre atormentado por su propio acercamiento a una senectud y decadencia imparables, que necesita un cambio de aires para encontrar renovada inspiración para seguir escribiendo. Llega a Venecia, ciudad también decadente pero a la vez llena de belleza, y conoce a un joven que resplandece ante él con toda la energía y hermosura de su incipiente adolescencia. Este contraste aumenta su preocupación por la edad y la pérdida de la belleza. Su lucha interna entre lo deseado y lo prohibido lo llevan ante la certeza de la naturaleza efímera de la juventud y lo arrastran hacia unos sentimientos inevitables.

La acción es prácticamente inexistente, no pasa nada. Pero en su fuero interno se desata una tormenta. Thomas Mann refleja en este libro parte de su propia experiencia y la describe a través de una prosa bellísima, llena de poesía. Una novela que va de menos a más, sin desmerecer ninguna de sus partes y te lleva a un final digno de una gran obra de arte. La dificultad se basa en la gran cantidad de simbolismo y referencias mitológicas que llenan de sentido el relato, pero que si no somos conocedores de ellas, seguro nos perderemos una parte importante que engrandece la obra y la lleva a lo más sublime.

Con este libro me estreno con el autor. Thomas Mann me producía mucho respeto y esperaba encontrarme ante una obra muy compleja y aunque no es una lectura fácil, me ha resultado muy amena. Gracias a leerlo en LC todo ha sido más sencillo y la he podido disfrutar un montón. Este autor ha sido un gran descubrimiento. Me ha maravillado su escritura y me ha dejado con ganas de más y lo mejor ha sido que no me lo esperaba.
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Paco_Garrido
 26 April 2023
"La soledad hace madurar lo original, lo audaz e inquietantemente bello, el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito."

Publicado en 1912, La muerte en Venecia es un relato apasionante y magníficamente desarrollado sobre la creación artística, la inmediatez de la belleza y el precio que paga el artista. Una Venecia de principios de siglo XX antes de ser devorada por la desbordante infamia turística, nos la imaginamos en colores mate de un verano sofocante en la piel de ese compositor alemán maduro entre lagunas y góndolas recuperándose de una crisis y cayendo en el abismo de ese Ángel de la Muerte de cabellos rubios y pinta de efebo.

Tadzio como encarnación de la belleza ideal y su permuta en obsesión captan la atmósfera sensual y morbosa de la propia ciudad de veneciana. Un lugar de ataúdes negros aterciopelados sobre el agua donde la gente va a morir. Se dialoga poco y se reflexiona mucho a través de monólogos interiores descritos por Mann como von Aschenbach.

La sutil ironía del texto es lo que debe ser, y lo que esperamos que sea cuando cogemos el libro y empezamos a leerlo. La consumada obra de la creación. La frustración sexual y la felicidad familiar destruida. La evidencia de la mentira existencial del autor que descubre una solemne Venecia mortuoria. Cuando Aschenbach reconoce su deseo, ya es demasiado tarde.
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RocioPV
 19 January 2023
Sospecho que la mayoría de las novelas comienzan en la mente de sus escritores como una confusión de imágenes, impulsos, significados dispersos y algún tipo de trama vaga. Uno espera que el libro terminado contenga una cierta verdad más amplia, aunque esa verdad es imposible de expresar completamente en palabras. Un gran libro como este es probablemente demasiado complejo y estratificado para ser traducido de una vez por todas. Nosotros los lectores también somos parte del proceso continuo de traducción. Ninguno de nosotros lee exactamente el mismo libro, incluso si las palabras son idénticas.

Esta es una novela hermosa, rica en atmósfera y patetismo, y una prosa descriptiva excepcional que perdura. Gustav Aschenbach, un escritor sexagenario, está de vacaciones en Venecia cuando ve por primera vez a Tadzio, un joven de catorce años, en la playa. Lo que comienza como una leve fascinación progresa a la adoración sexual y desciende a la locura obsesiva. El ritmo aumenta, toca lo macabro, y cuando termina la historia nos quedamos un poco atónitos.

El autor explora la experiencia de un hombre mayor que, en su juventud, habiendo tenido empuje, ambición, pasión y gran éxito/reconocimiento en su arte, como escritor, siente que todo esto se desvanece en su vejez, encuentra su pasión revivida nuevamente (como proyección sobre un muchacho joven) cuando está en Venecia, antes de morir. No es más que un hombre que busca la belleza cuando su vida ya no es bella.

En el corazón de la historia hay una pasión, ilícita, desalentadora, pero implacable: comienza como un accidente y se convierte en un desastre. Inicialmente pensé que esta novela sería una "Lolita 2.0", pero no podría haber estado más equivocada (aunque las inspiraciones de la vida real son bastante incómodas). de hecho, hay una obsesión enfermiza que es, como mínimo, ambigua. Aun así, es principalmente platónico, y la belleza, el envejecimiento, el amor y la muerte se convierten en los temas centrales, explorados en una prosa apasionada. Tal es la pasión que se deja entrever entre la líneas que sospecho que Mann se está proyectando bastante sobre el personaje principal, Gustav. El estilo de Mann es intencionalmente vago pero lleno de significado, aunque muchos de los elementos centrales de la trama están decididamente abiertos a la interpretación, emplea una prosa tan reflexiva y una expresión de personajes que la ambigüedad misma encuentra significado dentro del contexto.

Ahora bien, ¿me gustó? Pues sí, aunque no me encantó. Hubo algunas cosas que me impidieron disfrutar totalmente de la lectura. La principal lucha que tuve fue con el hecho de que la comprensión que hice de él no hizo una gran conexión conmigo. Dicho esto, incluso con lo que debe haber sido una traducción compleja y difícil, el poder de la prosa y los maravillosos ritmos e imágenes de los que el autor es claramente un maestro, causaron una gran impresión.
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Aitor_Castrillo
 18 June 2022
No me ha resultado fácil acompañar al escritor Aschenbach en su viaje a Venecia.

Los dos primeros capítulos son pausados como andar por la arena fina de la playa entre dunas bajo un sol de justicia mientras que los tres siguientes son más fluidos aunque en ningún momento sentí estar caminando por la orilla con las olas refrescándome los pies.

La novela es breve, está muy bien escrita y deja varias reflexiones interesantes, pero la idea de la obsesión de Aschenbach me produjo rechazo porque Tadzio tan solo era un muchacho de 14 años. al parecer, Thomas Mann quedó fascinado en la vida real con un niño de 11 años llamado Władysław Moes al que conoció en un hotel de Venecia durante el verano de 1911.

Protejamos a los niños.
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