La soledad madura lo original, la belleza osada y sorprendente, la poesía. Pero la soledad madura también lo alterado, lo desproporcionado, lo absurdo y lo prohibido.
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La soledad madura lo original, la belleza osada y sorprendente, la poesía. Pero la soledad madura también lo alterado, lo desproporcionado, lo absurdo y lo prohibido.
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Las noches eran amenas; las plantas del parque esparcían su perfume penetrante, mientras en la altura seguían su carrera los astros, y el murmullo del mar, envuelto en tinieblas, hablaba íntimamente al alma.
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El espíritu se sentía invadido por una gran indolencia, y los sentidos penetrados por el encanto infinito y adormecedor del mar.
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Amaba el mar por razones profundas: por el ansia de reposo del artista que trabaja duramente, que desea descansar de la variedad de figuras que se le presentan en el seno de lo simple e inmenso; por una tendencia perversa, opuesta enteramente a las exigencias de su misión en el mundo, y más tentadora, por eso, a lo inarticulado, excesivo y eterno; a la nada. Quien se esfuerza por alcanzar lo excelso, nota el ansia de reposar en lo perfecto. ¿Y la nada no es acaso una forma de perfección?
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La soledad engendra lo original, lo atrevido, y lo extraordinariamente bello; la poesía. Pero engendra también lo desagradable, lo inoportuno, absurdo e inadecuado.
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Para que cualquier creación espiritual produzca rápidamente una impresión extraña y profunda, es preciso que exista secreto parentesco y hasta identidad entre el carácter personal del autor y el carácter general de su generación.
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Hablaba del sagrado temor que acomete al alma noble cuando se le aparece un rostro semejante al de los dioses, es decir, un cuerpo perfecto.
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Así era Venecia, la bella insinuante y sospechosa; ciudad encantada de un lado, y trampa para los extranjeros de otro, en cuyo aire pestilente brilló un día, como pompa y molicie, el arte, y que a los músicos prestaba sones que adormecían y enervaban.
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Un viaje bien elegido. ¡Oh Venecia! ¡Magnífica ciudad! Ciudad de irresistible atracción para las personas ilustradas, tanto por el prestigio de su historia como por sus actuales encantos
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Amaba el mar por razones profundas : por el ansía de reposo del artista que trabaja rudamente, que desea descansar de la variedad de figuras que se le presentan en el seno de lo simple e inmenso ; por una tendencia perversa, opuesta enteramente a las exigencias de su misión en el mundo, y más tentadora, por eso, a lo inarticulado, desmedido y eterno; a la nada.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises