Como en los sueños, en Montevideo las cosas me resultaban parecidas pero diferentes. Eran pero no eran.
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Como en los sueños, en Montevideo las cosas me resultaban parecidas pero diferentes. Eran pero no eran.
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"Nunca dejaba mi correo abierto. Jamás. Era muy muy cuidadoso con eso. Me tranquilizaba sentir que había una parte de mi cerebro que no compartía con vos. Necesitaba mi cono de sombra, mi traba en la puerta, mi intimidad, aunque solo fuera para estar en silencio. Siempre me aterra esa cosa siamesa de las parejas: opinan lo mismo, comen lo mismo, se emborrachan a la par, como si compartieran el torrente sanguíneo. Debe haber un resultado químico de nivelación después de años de mantener esa coreografía constante. Mismo lugar, mismas rutinas, misma alimentación, vida sexual simultánea, estímulos idénticos, coincidencia en temperatura, nivel económico, temores, incentivos, caminatas, proyectos... ¿Qué monstruo bicéfalo se va creando así? Te volvés simétrico con el otro, los metabolismos se sincronizan, funcionás en espejo; un ser binario con un solo deseo. Y el hijo llega para envolver ese abrazo y sellarlos con un lazo eterno. Es pura asfixia la idea." (Págs. 9-10).
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Eso era Montevideo para mí. Estaba enamorado de una mujer y enamorado de la ciudad donde ella vivía. Y todo me lo inventé, o casi todo. Una ciudad imaginaria en un país limítrofe. Por ahí caminé, más que por las calles reales.
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Entendí que prefería tocar bien el ukelele que seguir tocando mal la guitarra, y eso fue como una nueva filosofía personal. Si no podés con la vida, probá con la vidita.
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Necesitaba mi cono de sombra, mi traba en la puerta, mi intimidad, aunque solo fuera para estar en silencio.
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Quedé parado en una esquina sin saber para dónde ir. Pocas veces estuve tan perdido. Sabía dónde estaba pero no sabía dónde iba. El futuro inmediato era una confusión.
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Estoy lastimada, no quiero que me duela nada más. Y no es porque tengo miedo de que me lastimes, es que no quiero que me duela nada, no quiero extrañarte. No quiero extrañarte.
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Y ya a la ida la agarré de la mano y me agarró de la cintura y le di un beso, nos dimos un beso. Largo. Yo estaba muerto y por fin resucité. Estaba ciego y por fin veía de vuelta. Estaba anestesiado y se me prendieron los cinco sentidos otra vez y a máxima potencia.
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En algún momento, sin darnos cuenta, los humanos nos volvimos Rain Man. No podemos vivir sin una pantalla. Yo ya no voy al baño sin celular. Es el terror al silencio.
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Nadie es solamente una persona, cada uno es un nudo de personas
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Como agua para chocolate