Desgraciadamente este libro no es para mí. Sé que es un clásico de la fantasía y en general tiene muy buenas reseñas, pero yo no he podido con él. Me ha parecido muy predecible y he sido incapaz de empatizar con ninguno de los personajes. Pero, en realidad, el problema no lo tiene el libro. El problema he sido yo: mi yo del siglo XXI que no ha podido quitarse las gafas de los prejuicios actuales y que no ha podido juzgar el libro en su tiempo y contexto. No he podido y, lo peor es que he sido plenamente consciente de ello.
¿Y cuál ha sido mi problema? Que la mujer en esta historia no es más que la manzana de la discordia. Una mujer de la que todos los hombres se enamoran y, por tanto, todos creen tener derecho sobre ella, todos quieren poseerla y todos acaban luchando entre ellos para obtener el premio, que es ella. Sé que el autor ha hecho un pequeño esfuerzo porque no fuera una princesa Disney que debe ser salvada del mal, ya que Guiwenneth es una auténtica princesa guerrera, y demuestra un arrojo y valentía propios de una mujer hecha y derecha, pero aún así no deja de estar supeditada al hombre, que elige su destino de una manera u otra.
Porque, ¿qué hace un hombre cuando descubre que puede crear seres mitológicos con su mente? Pues crear una mujer. Y no una mujer para ser su amiga, claro. No, una mujer para que sea su pareja, para poseerla y para poder decir: es mía. Y así es todo el libro. Desde el padre que repudia a su esposa por su Guiwenneth y la deja que muera de una enfermedad sin ningún consuelo y sabiendo que ha sido sustituida. Pasando por Christian, el hermano mayor, que es el malo de la historia y como tal, secuestra a Guiwenneth a sabiendas de que no lo ama, pero le da igual, porque acabará siendo suya a la fuerza. Hasta el hermano menor, Steven, que se supone que es el bueno, pero que igualmente llega a decir que él la ha creado y que, por tanto, es suya. No, no he podido empatizar con ninguno.
A mi mente feminista del siglo XXI le hubiera gustado un enfrentamiento entre todos esos hombres en el que mueren todos de forma vergonzosa y una Guiwenneth que no se enamora de nadie y que termina por gobernarlos a todos.
Soy consciente de que cuando lees un libro publicado en los años 80 no puedes exigirle que cuente historias como serían hoy en día. Hay que dejarse llevar y disfrutar del libro en su contexto. Pero esta vez no he podido y es la primera vez que me pasa. Pero es que según iba leyendo estaba tan claro lo que iba a pasar... Eran tan predecible...
En fin, le he puesto tres estrellas y no menos porque en el fondo la culpa ha sido mía: tenía que haber dejado el libro antes.
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