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Crítica de UnaiGoiko74


UnaiGoiko74
16 August 2020
A lo largo de las páginas que completan este ensayo, Amin Maalouf, como él mismo admitirá humildemente, expone “capítulo a capítulo, mis añoranzas y penas, mi remordimiento, mi nostalgia o mi melancolía.” Esa añoranza se trasluce en el primer capítulo del libro, donde el autor realiza un repaso de su infancia y adolescencia, de sus años pasados; primero, con la familia materna en Egipto y, después, con su familia paterna en el Líbano. La melancolía, por su parte, se evidencia en ese lamento que Maalouf eleva al recordar al Levante de su infancia, un lugar donde convivían distintos pensamientos y religiones, no sin tensión, pero sí sin una violencia exacerbada e irracional, que es, precisamente, lo que caracteriza al Levante u Oriente Próximo contemporáneo.
Describe esa época, sin ambivalencias, dejando claro las distintas realidades de entonces, el colonialismo, el post colonialismo, la irrupción de salafismo más radical, del yihadismo, etc.
“No me cabe duda de que hubo efectivamente, durante cierto tiempo y para cierta parte de la población, un paraíso llamado Egipto. al que fui cuando aún no podía ver nada, entender nada, quedarme en la memoria con nada. Y que, un día, dejó de ser lo que había sido y dejó de prometer lo que parecía haber prometido.”
En esta deriva de Oriente Próximo hacia la autodestrucción, el autor identifica varios hitos que tuvieron una influencia capital: La guerra de los 6 días de 1967 y el año 1979, año que considera clave porque en él sucedieron dos hechos muy relevantes, la revolución islámica del ayatolá Jomeini en Irán y la revolución conservadora de Margaret Thatcher en Gran Bretaña.
De la guerra de los 6 días saca la siguiente conclusión: “La derrota es a veces una oportunidad y los árabes no supieron aprovecharla. La victoria es a veces una trampa, y los israelíes no supieron evitarla.”
Con la revolución iraní se desencadenó lo siguiente: “La República Islámica ejerció una influencia determinante en varios países del Oriente árabe, tales como Irak o Siria; apadrinó a importantes movimientos armados, tales como Hezbollah en el Líbano, Hamás y la yihad islámica en Gaza o a los hutíes de Yemen, y tuvo una presencia significativa en Afganistán y también en la mayor parte de las repúblicas que habían pertenecido a la antigua Unión Soviética.”
Por último, Amin Maalouf señala como preceptos de la revolución conservadora anglo-norteamericana “aminorar la intervención del gobierno en la vida económica, restringir los gastos sociales, conceder mayor latitud a los empresarios y menguar la influencia de los sindicatos.”
El progresismo va dejando paso, por lo tanto, a un liberalismo cada vez más salvaje. Tendencia que se multiplicará exponencialmente con la caída del telón de acero y el desmembramiento de la antigua Unión Soviética. Sucesos que animarían a afirma a Francis Fukuyama, uno de los principales teóricos liberales, que “hemos llegado al fin de la historia”, con EEUU y su ideario político como vencedor absoluto.
En su último capítulo, “Un mundo en descomposición”, Maalouf nos advierte que ha observado que “lo que caracteriza a la humanidad actual no es una tendencia a agruparse dentro de conjuntos muy amplios, sino una propensión a la fragmentación, al fraccionamiento y, a menudo, a la violencia y la acritud.”
Es sobre los hombros de esa tendencia fragmentaria, localista, sobre los que descarga la responsabilidad de los males que están llevando a nuestras civilizaciones hacia el naufragio, ya que “quienes sean enemigos de cualquier gobernanza global tenderán a preferir los argumentos que dudan del calentamiento global y la responsabilidad de las actividades humanas en las alteraciones.”
La solución que ofrece es juntar a las comunidades en proyectos integradores como la Unión Europea, en los que convivan en armonía diversas sociedades, culturas, religiones, opiniones y etnias.
Por último, como conclusión, aparte de advertirnos sobre la pérdida de la intimidad que estamos padeciendo en aras de la seguridad nacional y de la escalada armamentística global, Amin Maalouf nos tiende la mano y, a modo de brote verde nos brinda la siguiente reflexión:
“Mi intención no era, desde luego, predicar el desánimo, pero es obligación de todos, en las gravísimas circunstancias por las que estamos cruzando en este siglo, conservar la lucidez y la sinceridad y seguir siendo merecedores de confianza.
Si las carreteras del porvenir están cuajadas de trampas, la peor forma de comportarnos sería seguir andando con los ojos cerrados y mascullando que todo saldrá bien.
Tengo la convicción, por lo demás, de que sigue siendo posible una reacción.”

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