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Escribir una crítica de un libro, y sobre todo cuando ha sido escrito por un autor novel, no siempre es fácil. Sentarse delante de una página en blanco es un trabajo complicado en el que conviven lo innato con la técnica aprendida. Dentro de la parte innata está la capacidad de inventar mundos, personajes, universos; pero tiene mucho de técnica la forma de contarlos. Y quizás es esto último lo que más falla en una novela como "El martillo de Altafulla". Desde el principio uno se da cuenta de que el autor está lleno de buenas intenciones, pero la impresión general que produce su forma de expresión es de artificiosidad. Su sintaxis transmite un exceso de complejidad, propio de quien quiere demostrar sus dotes expresivas. La selección de vocabulario tampoco deja indiferente, por el abuso de adjetivos y el empleo de términos pretendidamente medievalizantes en un contexto lingüístico que no acompaña. del mismo modo, llama la atención la tendencia a introducir pausas aclarativas con la intención de crear una atmósfera lírica. Sin embargo, este tipo de artificios no siempre tienen como resultado lo que uno espera, y en este caso imprimen a la historia un ritmo denso que empaña un argumento interesante y con potencial. La lectura deja una sensación agridulce: la de estar ante una historia que queda oculta entre una técnica narrativa mejorable pero en la que se aprecia el esfuerzo del autor. |
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