Corazón geométrico

Una novela maravillosa, con la que nos vamos a pasear por Roma y alrededores de la mano de Josefina, una rosarina que aplica para una Residencia de Investigación sobre la vida y la obra de Puccini partiendo de Tosca, ópera que sube a la temporada del Teatro dell'Opera de Roma, es decir, el Teatro Constanzi, sala en la que se estrenara el 14 de enero de 1900.

¿Por qué digo que vamos a pasear junto a la protagonista? Porque María Luque, su autora, es ilustradora, y en esta novela dibujó con las palabras, dándonos unas descripciones perfectas que nos hacen a la idea exacta de lo que Josefina está viendo, sintiendo, viviendo. Y, vaya si vive y siente a lo largo de las ciento ochenta y ocho páginas que dura. Hipocondríaca, maniática del orden, obsesiva con la puntualidad y la observación del pronóstico, entre otros TOC que padece, la acompañamos en sus pequeñas liberaciones que la van haciendo sentir mejor.
Junto a ella, recorren la novela, entre otros, Loreta, la Coordinadora de la residencia, una italiana muy elegante que no puede dejar de ser “productora de contenidos” y se la pasa hablando por teléfono y solucionando cosas sobre el pucho; Antonio Martinelli, ex director de orquesta y mentor de la Asociación Pucciniana que oficia de maestro de ceremonias; Sor Fátima, una monja africana que es compañera de Josefina de las clases de italiano; los ucranianos que comparten la casa con ella y Piero, un violinista consagrado que, ya retirado -tiene ochenta años- decide aplicar para volver a la música y que estará muy cerca de la rosarina.

¿Por qué cuatro estrellas y media y no cinco? Porque la idea de la residencia, es decir, de una beca de estudios sobre un tema específico, se desdibuja. Hay un personaje, Leonard, un inglés, que reclama por todo, en un momento dice que él creía que eso sería como la vida universitaria, con clases organizadas y todo el tiempo ocupado. La idea del Mentor es que solo pueden comprender las óperas de Puccini si viven la ciudad de Roma como un habitante más. Y eso está bien claro. Pero hubiera sido interesante que la práctica de la investigación musical tuviera un mínimo de aparición.

¿Vale la pena leerla? “Assolutamente si”.