Los renglones torcidos de Dios

Querida Alice:
No eres perfecta pero eso te hace más real. No eres perfecta pero dudo mucho que exista alguien que lo sea.
Sabes de sobra que nuestra relación ha sido una auténtica montaña rusa. Hemos explorado, juntas, multitud de sentimientos y emociones. Me has resultado arrogante, materialista y nula en empatía. Me llegó a poner de los nervios tu manera de centrarte en el físico de los demás y tu actitud tan altiva. También me has dado pena, tanto tú como tu situación. Me ha dado rabia que la gente no te hiciera caso y también como te llegaron a tratar en ciertos momentos. Tuve ganas de aplaudir tu ingenio, tu mente tan rápida y tu forma de responder y de llevar la conversación hacia donde tu querías. Me indigné porque sentía que se te trataba con favoritismos pero también llegué a pensar que estaban siendo demasiado duros. He compartido algunas de tus opiniones y otras me parecieron incorrectas pero las respeté. Siempre conseguiste que reflexionara, debatiera e incluso buscara información extra.
Has conseguido que dudara en todo momento de tu historia, situación y realidad. Tan pronto lo tenía muy claro como me empezaban a entrar dudas que desmontaban todo lo que creía hasta el momento.
Tal vez el autor ha recurrido a demasiados tópicos para contar tu historia. Es algo que no me ha pasado desapercibido pero que fue perdiendo importancia a medida que la lectura avanzaba. Tu historia me ha atrapado desde el principio aunque siento que tampoco ha sido perfecta ni redonda. Te voy a ser muy sincera. El final no me ha terminado de convencer, me esperaba algo con más potencia.
He disfrutado. He sufrido. He reído. He puesto los ojos en blanco. He pasado noches en vela. He reflexionado. He debatido. He buscado información. He cometido errores. He aprendido. Todo esto lo he hecho mientras te conocía, cosa que no he hecho sola.
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