Me gustó mucho cómo Meg va descubriendo lo que le da identidad, más allá de ser diferente de su hermana o sus padres. La relación con Will y con la fotografía: los experimentos que hacen para aprender juntos a regular el revelado y cómo esa actividad refleja cómo va creciendo ella misma. En cuanto a los adultos, los papás hacen su mejor esfuerzo: la mamá por que las niñas tengan una vida tranquila a pesar del cambio a mitad del ciclo escolar; el papá trabajando para poder terminar por fin su libro. Will trata a Meg como una persona más, no como alguien a quien cuidar y eso le va dando más confianza a ella. Una novela con final que no me esperaba, que me dejó con un sabor agridulce pero contenta de haber conocido a la familia Chalmers. |