El color que cayó del espacio

La inquietud y el terror en este clásico relato de Lovecraft no proviene de imágenes de pesadilla, sino de ese color venido de otro mundo al que hace referencia el título.
El meteorito que cae en la parcela de los Gardner trae consigo un color desconocido y, por lo tanto, inexplicable e inefable: no podemos conocer lo que no podemos nombrar, y no podemos nombrar lo que no podemos explicar y experimentar, como es el caso de la visión de un color irreconocible.
El terror en la narrativa de Lovecraft surge precisamente de lo desconocido e inabarcable, del mal que podemos sentir, como lo hacen los personajes del relato, pero no explicar; es el miedo a lo desconocido e inconmensurable lo que sobrecoge.
En el relato —a través de un personaje pseudo narrador testigo que recoge la historia, pero no participa en la acción— se nos relata extraño suceso que sucedió a las afueras del ficticio Arkham, en un pequeño pueblecito de Nueva Inglaterra, cuya descripción y la de sus personajes aumenta esta atmósfera de misterio. Los habitantes son esquivos y solo murmuran información inconexa sobre el «yermo asolado» y los «días extraños».
No es hasta que habla con Ammi, un habitante muy cercano a los hechos, cuando empieza a conocer la historia a través de sus palabras, la historia de ese meteorito que se comportaba de una manera que la ciencia no podía reconocer y que emitía un fulgor de un color desconocido que despertó un mal que no era de este mundo.
Desde el principio se destaca la pertenencia de este objeto a rincones más allá de lo conocido por el ser humano y es la falta de reconocimiento la que provoca la locura. El color inquietante de Lovecraft «era tan solo un color, pero un color que no era ni terrenal, ni celestial» cuya presencia viva se expande y se alimenta de los seres vivientes a su alrededor…