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Había leído la sinopsis de este cuento y caí en el error de pensar “no creo que asuste tanto como La llamada de Cthulhu. Como ya dije, fue un error. Tal vez El color que cayó del espacio tenga una temática ligeramente distinta, pero no por eso la intensidad del horror se altera. Tenemos nuevamente a un narrador que escucha y no participa activamente de los sucesos. Lo envían a Arkham para recolectar información sobre el terreno en donde se ubicará un pantano y allí se encuentra con leyendas que claramente advierten que no es un buen lugar donde trabajar, salvo que uno piense que un meteorito portador de elementos extraños que empiezan a afectar a los seres vivos de su alrededor y a precipitar la caída en desgracia de una familia de granjeros sea poca cosa. Esta vez, la cuota de realidad del relato la aporta la ciencia, pero también muestra lo inexacta que puede ser esta última cuando se habla de fenómenos desconocidos. Parece advertir que la ciencia no ayuda a comprenderlos y, por ende, el humano tampoco puede hacerlo. Ese es el clima (pesimista, si se quiere) que se respira en este cuento y me gustó cómo se transmitía a la narración. Una vez que se acepta, no hay vuelta atrás: uno necesita seguir leyendo para encontrar la explicación que traiga el alivio, pero no hay ninguna. La peor parte la llevan, por supuesto, los personajes, que siempre están sujetos a lo que está ocurriéndoles y no tienen salidas disponibles. Así es como vuelvo a maravillarme (y a aterrarme) con Lovecraft y sus historias retorcidas y oscuras. El color que cayó del espacio atrapa inmediatamente y, aunque uno quiera soltarlo por un momento para poder digerir todo lo que está pasando, no se puede… o no permite hacerlo. |
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