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Crítica de GemaMG


GemaMG
26 November 2020
La puerta es una novela que, nada más arrancar, ya establece un claro posicionamiento en lo que te vas a encontrar después. Partiendo de una situación de lo mas cotidiana del mundo ya introduce esos elementos “misteriosos” que van a ser un continuo a lo largo de toda la trama, por lo que si en estas primeras páginas no te engancha, es difícil que lo haga a partir de aquí. A mí, os aseguro que, aparte de ponerme los pelos de punta, fue un acicate para sumergirme en la novela como el que se tira a una piscina de cabeza habiendo apenas probado con el pulgar del pie la temperatura del agua.
Lo que te encuentras a partir de aquí es una novela negra, por más que los protagonistas pertenezcan a los cuerpos de seguridad. ¿Que hay una investigación sobre una muerte? Obviamente, no hay más que leer la sinopsis, pero la novela no se queda ahí, sino que ubica la trama dentro de un lugar lleno de misterios, secretos y medias verdades. Dentro de un paisaje que el autor describe de una forma sublime para hacernos dudar y de una atmosfera que nos lleva a empaparnos con la persistente lluvia, a sentir horadados los oídos por el fuerte viento, a sentir perdida toda percepción espacial entre la densa niebla, a sentirnos pequeños ante construcciones magnificas cuya existencia se pierde en el principio de los tiempos. Consiguiendo, al fin, que toda nuestra parte racional se tambalee y comencemos a creer que lo que cuenta, a pesar de ser ficción podría ser real, porque como se dice en aquellas tierras: «eu non creo nas meigas, mais habelas hainas» («yo no creo en las brujas, pero haberlas, las hay»).
Y frente a esta atmósfera incierta, Manel coloca tres protagonistas rotundamente reales.
Raquel es una Guardia Civil, si, pero ante todo es una madre que lucha por la supervivencia de su hijo. Una madre sola ante la situación más angustiosa de su hijo, una mujer sin familia que la apoye, sin redes sociales en las que apoyarse, una mujer que, a pesar de su racionalidad, se aferra a un clavo ardiendo si esto le da la mínima oportunidad de cambiar el curso de un futuro escrito. Una mujer valiente a la que el tiempo apremia, a la que las circunstancias que nunca le han sido favorables, se le vuelven aun más adversas en esta tierra que le resulta tan extraña y tan incontrolable, una mujer a la que la desesperación, a veces, no le permite ser racional, porque el corazón, en este caso pesa mucho más que lo que su profesión le haya podido enseñar.
Julián es ese niño desahuciado al que su madre está empeñada en arrancar de la muerte, un niño de apenas 9 años, al que su madre solo quiere proporcionar una oportunidad de seguir viviendo, de seguir siendo un niño y de ser feliz. Un niño que, a lo largo de la novela, nos demuestra que es mucho más consciente de lo que le ocurre de lo que su madre cree y a la que no le cuenta lo que vive y lo que siente en su afán de protegerla.
Y por último tenemos a Juan, el compañero de Raquel, un personaje del que me he enamorado desde el primer momento. Un personaje en el que el autor derrumba muchos de los tópicos que rodean a los “gorditos”, un personaje que es el COMPAÑERO con el que todos desearíamos contar en lo profesional y el amigo fiel al que todos querríamos tener en lo personal.
Junto a estos tres pilares encontramos un puñado de secundarios que serán claves para el desarrollo de la novela, porque si hay algo destacable es que en esta historia no hay personajes de relleno, no hay trama de relleno, no hay descripciones de relleno… está lo que tiene que estar y en su justa medida.
Raquel nos cuenta la historia en primera persona en los capítulos que llevan su nombre, lo que nos permite meternos en su cabeza y sufrir en nuestras carnes la desesperación de una investigación en la que las puertas tras las que se esconden las respuestas se cierran una a una ante sus narices. Conocemos hasta el último de sus pensamientos y sus sentimientos y junto a ella somos capaces de vivir la desesperación, la ira, la incertidumbre y el terror…
El resto de los capítulos los narra un narrador omnisciente que permite que situemos a esa Raquel en relación con los demás, que seamos capaces, aun parcialmente, de construir a su alrededor un puzle en el que vayan encajando las piezas que se nos ocultan.
De esta forma, alternando puntos de vista en capítulos breves, el autor consigue que el interés no decaiga, que la tensión de lo vivido por los protagonistas vaya aumentando y te inunde hasta llegar a un punto de no retorno, a un final frenético y sorprendente.
Una novela de la que he disfrutado, en la que he encontrado una trama distinta y original y en la que he podido acercarme por primera vez a un autor al que nunca había tenido la oportunidad de leer.
Una novela que puede ser tan real o tan ficticia como cada uno de nosotros queramos interpretar.

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