Esta es una historia contada de carretilla, como el cuentacuento que ni respira entre una oración y otra, como si hacer una pausa fuera a hacer que se le olvidara el texto. No hay diálogos, la historia esta despersonalizada, hay pocos nombres, pero uno entiende perfectamente la trama y lo que más llama la atención es que a pesar de los largos circunloquios y la escasez de dialogo, la novela es fluida y dinámica; claro ayuda que sea corta. Considero que la novela (muy corta por cierto como ya dije) trata de la esperanza de ir hacia un futuro mejor o de volver al pasado conocido. A medida que avanza se va haciendo cada vez más angustiosamente triste, dejar atrás todo lo conocido, inclusos seres queridos y empezar nuevamente, bajo nuevas reglas morales creo que debe ser difícil. No saber nunca que era adecuado pensar o si quiera si era adecuado pensar. El ritmo se fue haciendo cada vez más trepidante y crecía en mí el hambre de saber, ¿qué pasará ahora?, ¿qué pasará después? Justo antes del final el giro inesperado de la historia dejo perpleja y el final llego como un rayo…durante unos minutos me quede mirando la última frase “Uno tiene que saber cuándo su tiempo ya ha pasado. Y aprender a admirar otras victorias.” durante más tiempo del necesario, como si aquella verdad se resistiera a entrar en mi cabeza o como si simplemente yo no la creyera. Y justo con el punto final me llegó la grandeza de la historia. Hay momentos que me marcaron en la novela uno cuando el narrador dice: “…se obedece porque conviene y se duda porque se piensa. Y si una cosa salva la vida, la otra al parecer salva el alma.” Y el otro cuando dice: “Aunque ya teníamos permiso para hablar, no se me ocurrió nada que decir.” |