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Crítica de lourdesmateo88


lourdesmateo88
18 February 2020
Manuel, es el nombre ficticio con el que conoceremos al joven protagonista de la novela. Es el típico inadaptado, de pocos amigos, sin novia y no tiene mucha relación con sus padres.

Él tenía muchas ganas de ir por ahí, de salir en compañía y de andar por Madrid haciendo un poco el gamba, engarzadito en un grupo de amigachos majos, con mañanas de conversación, tardes de callejeo y noches de vasos. Pero no se le lograba, para tortura suya.

Se había pasado la vida buscando el triunfo (amigos, novia) un tío que no quería triunfar. Por eso fracasaba. Fracasaba para su bien, que era lo que él quería: fracasar con la gente y que en consecuencia la gente se le fuera yendo.

Para el que no le conociera, Manuel era un pesado.


Es un auténtico "manitas" que siempre lleva un destornillador en el bolsillo. Un día agrede con el destornillador a un policía antidisturbios que quería pegarle sin motivo. Asustado, huye de la ciudad para no enfrentarse a la justicia y se esconde en una aldea deshabitada. Elegirá una casa de las muchas que hay abandonadas para instalarse y allí se quedará.


En época de garantías legales movedizas, caprichosas y atenidas a intereses de parte, el presentarse en la corte a contar la verdad habría sido un gesto de ingenuidad desorejada. Había que buscar otras rutas.

Contará con la ayuda del exmarido de su tía, que será el encargado de contarnos lo ocurrido. Sobrevive como puede, como si de un Robinson Crusoe se tratara. Allí, estando solo se siente libre y descubrirá que no necesita mucho para vivir y ser feliz, y es que no es más feliz quien más tiene, sino quien menos desea o necesita.

Acometía el día jubilado de todo y de todos, inmerso en su eutanasia social autoaplicada, con la certeza de que no se la había perdido absolutamente nada en absolutamente en ningún sitio, fuera de la cápsula en la que había aparecido como por ensalmo.

Pero un buen día aparecerá un grupo de personas por allí. Se instalaran en la casa de al lado para pasar los fines de semana. Toda su nueva vida y su tranquilidad estarán en peligro. Los llamará "mochuflas", (palabra inventada por el autor) y más tarde asquerosos.

Con un vocabulario peculiar y un tono irónico y mordaz Santiago Lorenzo nos presenta una original historia ambientada en la España vaciada, muy crítica con la sociedad actual del consumismo y del "postureo", esa actitud de adoptar ciertas costumbres o actividades más por aparentar o quedar bien que por una auténtica convicción.

El domingo por la tarde, a eso de las seis, se volvían a sus casas, con expresión de haber quedado transidos de naturaleza e imbuidos de experiencia agreste.

La Mochufla era un compendio de imbecilidades diacrónicas, ridicultura en inflación y memeces seculares, un tesauro de carcomas biográficas y de jodique particularmente propio del tiempo vigesimoprimero D.C. A Manuel, La Mochufla le daba un asco espeluznante.

Aquí coronaron otro de los ochomiles de su soplapollez. Cogerse una casa en el campo para venir a hacer vida rural y pillarse una chica era una cretinada de nuevo rico, de calzonazos de vida de mucho denuedo y mucho mérito...No es ilegal ir a pescar en esmoquín, pero es de ser de un retronormal subido.

Los asquerosos es una crítica de la sociedad actual del consumismo y del postureo, y como dijo el autor en una entrevista en ABC Cultural:

Todos somos, como mínimo, "candidatos a asquerosos".

Enlace: https://lasmilyunahistoriasd..
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