Los asquerosos

Tengo sentimientos muy encontrados con 'Los asquerosos'. Por un lado, es una obra absorbente, riquísima y muy, muy ágil; por el otro, aloja (y no con sutileza) un mensaje penoso.

Entre sus líneas encontramos una férrea defensa al aislamiento y a la soledad, una romantización, creo, mal enfocada de la austeridad y la intimidad. El desprecio del autor por los domingueros, los paletos de ciudad, los mochufas, los asquerosos. En su lugar, Manuel, nuestro protagonista, encuentra en la vida asceta una liberación que jamás había sentido rodeado de la magnificencia de la gran Villa de Madrid. Y lo entiendo. Llevo asqueado de esta ciudad (de la que por desgracia no tengo otra referencia) desde que cobré algo de juicio crítico. El pastiche, la sobreabundancia y toda la tontería que nos envuelve me satura. Sin embargo, no creo que huir a lindes abandonadas sirva de mucho.

No sé qué pretende el autor con este rechazo de otras formas de vivir. Más rabia da cuando notamos que está narrado con cierto tufillo a superioridad moral. Supongo que es algo coyuntural, y no es raro ver cómo brotan está suerte de novelas pastoriles 2.0, pero creo que es del todo inoperante. Si queremos darnos cuenta de que nuestro modelo de sociedad es -además de insostenible- absurdo y hasta ridículo, no podemos conformarnos con escapar nosotros y allá cada uno con su movida. Es curioso que aflore en esta obra, pero es un pensamiento que casa muy bien con el pensamiento neoliberal.

Y es que creerse por encima y/o al margen de la soledad es un absurdo porque, al final, incluso Manuel depende de los pequeños envíos que su tío le hace del Lidl.

Aún con todo, es una obra escrita maravillosamente bien, como he señalado al principio, con unos puntos cómicos geniales y que, como poco, no te deja indiferente.