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Es una historia dura, escrita alternando la primera y la tercera persona, con una jerga callejera directa, que nos introduce en la vida de los años 80, también dura, sobre todo si formas parte de los estamentos bajos de la sociedad. Ambientada en Bilbao, con guiños a la situación de amenaza continua vivida en ese tiempo por el terrorismo. Ismael, el protagonista, es un taxista que pierde a su hijo por culpa de la droga, y aunque nunca ha disfrutado de él, ante su pérdida surgen sentimientos de tristeza, remordimientos, culpa, y venganza, una intensa sed de venganza que le hace introducirse él mismo en el mundo de las drogas, e inevitablemente en un universo de marginados que son víctimas de unos pocos aprovechados que sacan beneficio de las miserias de los más débiles. Aquí comienza una espiral de drogas, camellos, yonquis, proxenetas, peleas clandestinas,… mezclados con la culpa y el amor, un soplo de aire fresco en esta triste historia. Me ha gustado el estilo de escritura directo, sin intentos de minimizar la dureza de los diálogos, y el reflejo de la precariedad vivida en la época en la que sucede la historia. La dureza de un ambiente que desde nuestra posición vemos como muy lejano, pero que está a la orden del día en cualquier lugar del mundo y en cualquier época en la que se encuentre la humanidad. No me ha convencido el final, creo que no encaja del todo con la crudeza de la historia. ¿Que si lo recomiendo? Sí, sin duda, quizá se salga de nuestra zona de confort porque relata una parte de la realidad a la que por fortuna no estamos acostumbrados, pero que está ahí, existe y muchos la viven cada día por desgracia. |
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