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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
11 June 2019
Romanticismo, de Manuel Longares, es el pasaporte para entrar a ese microcosmos privilegiado y exclusivo donde un grupo de personas, debido a su estatus social aceptado y reconocido, vive en la creencia y en la realidad (también con la deferencia y el respeto) que les otorga ocupar la cúspide de la jerarquía social.

Aquella mañana, en cuanto Arce partió en el descapotable con la camisa azul bajo el abrigo de piel, Pía quedó como electrocutada y ni bajó a la compra ni hojeó el periódico de Caty Labaig ni despertó a Virucha y Goreti ni quso la tila que le traía Wences, sino que se prendió del televisor con la mirada errática y la imaginación trepidante de las noches bélicas.

Y es que la situación no era para menos. El matrimonio formado por José Luis Arce y Pía Matesanz, domiciliado en el barrio de Salamanca, sentía pendular los cimientos de su posición social pues, de una manera o de otra, se avecinaban tiempos de cambios: el Caudillo había muerto, y con él todo un estilo de vida que abogaba por desaparecer o, en el mejor de los casos, transformarse. Esta transformación es la que viviremos junto a los Arce-Matesanz: los cambios y miedos que llegaron después de cerrar el ciclo vital y político del Caudillo que gobernó España durante cuarenta años.

No es raro que Pía se sienta algo indispuesta cuando visiona el entierro, pues todo su mundo conocido, toda esa pasividad e indolencia teñidas de respetabilidad y privilegio, comienzan a desestabilizarse. En esos momentos no las tiene todas consigo: su posición, adscrita o asignada por haber nacido en el seno de una familia adinerada del madrileño barrio de Salamanca, puede verse alterada por los movedizos e inestables tiempos que se avecinan. Ambos, ella y su marido, vivían protegidos y mimados por su riqueza y las relaciones sociales que les otorgaba el sentido de pertenencia de vivir en el barrio en que vivían. Cumplidores de todas las normas sociales, no aspiraban a otra cosa que perpetuar este sentido con sus vástagos: vivir en el ombligo del mundo les había cerrado los ojos o, más bien, cegado metafísicamente a otras realidades o tipo de justicias.

El autor divide la narración en tres partes (Sepulcro de la memoria-Desajustes-Restauración) que nos sirven para recorrer la vida de los protagonistas y la historia de España durante más de tres décadas (si tenemos en cuenta todas las analepsis o escenas retrospectivas que los diferentes personajes protagonizan y que alteran o suspenden de algún modo la cronología de la historia, al tiempo que nos ayudan a entender y comprender los sentimientos y pensamientos de esos mismos personajes).

La novela comienza con la agonía y muerte del Caudillo y con la preocupación de todos aquellos que han sido mimados por su régimen, entre los que se encuentran los Arce-Matesanz que, junto a su hija Virucha, han vivido y todavía viven cómodamente en su piso del barrio de Salamanca. Ellos, que hasta ahora solo se dedicaban a sacar lustre a su clase por medio de rutinas y ritos sociales (que cumplían a rajatabla ante la creencia y la querencia de que si los modificaban sufrirían graves y temibles consecuencias), son testigos de cómo todas estas ceremonias y liturgias se ven totalmente transformadas con el cambio de régimen y quedan, tal y como titula la primera parte del libro, sepultadas en la memoria.

En cierto modo debe hacerse una retrospección, lanzar una mirada hacia tiempos pasados para evocarlos y recordarlos y así poder asimilar el incierto tiempo presente y futuro. Hay que soltar y dejar ir por mucho que duela, y eso es lo que hacen nuestros protagonistas, quienes se adaptan a los nuevos tiempos sin perder un ápice de brillo social (más bien todo lo contrario). Aplican el dicho de nobleza obliga a la máxima potencia: si hay que cepillarse la indolencia pues se hace, y si hay que tintarse la camisa, también. Todo siempre en interés de la clase y el estatus que los mantiene y sostiene en el rango de los privilegiados y les permite conservar un estilo de vida de influencias y regalías.

Esta es la evolución que vemos en los protagonistas, al tiempo que el autor va introduciendo los diferentes cambios sociales acaecidos durante treinta años en nuestro país. de este modo somos participes de cómo los diferentes personajes se adaptan a esos cambios, y testigos de cómo, en el fondo, no les resultan tan profundos ni desestabilizares.

Para que esto sucediera así, estas gentes debían ponerse en movimiento y fluctuar con los nuevos tiempos que se les avecinaban con el fin de protegerse y estabilizarse. Esto mismo hicieron los Arce-Matesanz durante treinta años para seguir perteneciendo a su estatus privilegiado: adaptarse como las mejores de de las especies para, no solo sobrevivir, sino hacerse más grandes si cabe.

Ese proceso de adaptación y restauración es el que Manuel Longares relata magistralmente en Romanticismo, sin duda un manual y una fuente para aquellos que buscan inspiración e ideas. Esta novela no es de esas que se leen y se aparcan en la estantería para acumular polvo y espacio. Todo lo contrario: por su riqueza y profundidad debe ser considerada como un referente de la literatura española de nuestro siglo.

Impresionante.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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