La lluvia amarilla

La lluvia amarilla de Julio Llamazares

Tenía muchas dudas sobre publicar esta reseña , muchas dudas y varias razones .

La primera y mas importante es que no voy a saber hacer justicia a este libro .
La segunda es que todo lo que escribo se convierte en algo personal , vivencias , recuerdos . . . .
Y hay muchas mas . . .

La lluvia amarilla trata los últimos años de Andrés , único habitante de Ainielle un pueblo del Pirineo aragonés al que sus vecinos han ido abandonando dejando todo atrás para buscar una vida más fácil en otros pueblos o en la ciudad , huyendo de una naturaleza hostil donde los inviernos son muy duros y largos .

Sabiendo que su final se acerca Andrés reflexiona sobre su vida , sobre su pueblo y sobre las gentes que lo habitaban .

Este es un libro muy duro y muy triste , quizás el mas triste que recuerdo haber leído . la melancolía , la tremenda soledad por la que atraviesa el protagonista y quizás la locura te remueven por dentro mientras recorres con Andrés las calles del pueblo .

Callejeando ves las casas medio derruidas , algunas ya completamente derruidas , las de los primeros que se fueron para no volver , y notas como la naturaleza ha vuelto para recuperar su espacio , el musgo y la hiedra abrazando a las piedras , las ortigas y las zarzas adueñandose de todo .

No se si es prosa hecha poesía o al revés , solo se que este libro está maravillosamente escrito , Julio Llamazares escribe y el lector vive cada palabra en forma de emociones .

Hay libros que te remueven por dentro porque te recuerdan cosas , olores , momentos y gente , esa gente que cada año vamos echando de menos , por todo esto he tenido que escribir alguna página más solo para mí .

Este libro empecé a recomendarlo a algunas personas a poco de empezar a leerlo , sin haberlo terminado supe que sería para mi . una gran lectura . un libro para recordar siempre .

Ya solo me queda deciros a los que leaís esta reseña que os vais a encontrar con un libro corto en el que cada página rezuma tristeza y soledad y sin embargo bellisimo !!

Totalmente recomendable !!

"La soledad, es cierto, me ha obligado a enfrentarme cara a cara conmigo mismo. Pero, también, como respuesta, a construir sobre recuerdos las pesadas paredes del olvido. Nada produce a un hombre tanto miedo como otro hombre -sobre todo si los dos son uno mismo- y ésa era la única manera que tenía de sobrevivir entre tanta ruina y tanta muerte, la única posibilidad de soportar la soledad y el miedo a la locura".

Llamazares, nació en un pueblo ahora desaparecido que se llamaba Vegamián, en León. Y esto tiene mucho que ver con la historia que se nos cuenta en el libro, cuyo escenario existe, pero no los personajes. Precedido por un prólogo del autor donde bendice el libro y celebra los 25 años de su publicación, la novela nos presenta a su protagonista, Andrés, un anciano que vive en Ainielle, un pueblo abandonado del Pirineo aragonés que existió en realidad. Andrés es su último habitante y nos va contando su historia, las anécdotas del lugar y de los que allí vivieron mientras es consciente de que se acerca su muerte.

El comienzo es más propio de una novela de terror que de una sobre el éxodo rural, pero eso le da un plus de atracción. Presenta a su pueblo como un lugar silencioso y fantasmagórico, como un cementerio en el que las víboras y las telarañas campan a sus anchas y las casas se caen a pedazos. El primer capítulo es sobrecogedor por cómo el narrador nos cuenta, con una frialdad pasmosa, los hechos que imagina que pasarán cuando él muera, de manera que encoge el corazón del lector y no lo suelta hasta el fin de la novela.

También es verdad que el final de algún que otro capítulo roza lo macabro cuando narra muertes trágicas y la soledad terrible que se le abraza a él en medio del frío del invierno. Pero es cierto que Andrés se ve solo y asegura que él ya no existe, sino que lo que se mueve por el pueblo y por su casa son sus recuerdos y su sombra. En todo momento hay una narración turbada y descorazonadora de un protagonista que espera que su vida se apague como los rescoldos de la chimenea que le protege del invierno aragonés.

Por otra parte, Andrés nos narra el dolor que sintió cuando perdió a su hija de cuatro años, o cuando su hijo Andrés se marchó a Alemania a trabajar, lo que consideró como un abandono, prohibiéndole su entrada en la casa para siempre y rompiendo sus cartas con rencor. Entre el amor a su mujer y el odio a su hijo, el narrador nos sigue adentrando por la tragedia del éxodo rural en un libro que recibe ese nombre porque todo en él llega a convertirse en amarillo. Cuando llueve, el agua arrastra el color amarillo de las hojas otoñales y pinta con él las ventanas del pueblo, las casas, el suelo, las paredes, el aire, incluso a su perra (su última compañía) y a él mismo.

Con la posguerra de fondo, Andrés termina admitiendo que la muerte es objeto de deseo para él. Los fantasmas se le cruzan con pasmosa rapidez, espectros de aquellos que murieron y de aquellos que abandonaron el pueblo años atrás, y Andrés los confunde sintiendo miedo muchas veces, sabiendo que la muerte está allí, tentándole. Finalmente, la novela es circular y termina como comenzó.

Es impresionante cómo un libro tan aparentemente inofensivo puede llegar a remover las tripas del lector de forma tan brutal. El éxodo rural o fenómeno de la España vacía es un tema que ya trató uno de mis escritores favoritos, Sergio del Molino, en uno de sus libros, La España vacía, que además fue galardonado con el premio Espasa de Ensayo. Pero este libro novelado es una delicia, un veneno fuerte y amargo, pero necesario para entender la realidad (muchas veces olvidada) de nuestro país. Más que recomendable esta bellísima novela que he valorado con la puntuación máxima (cinco estrellas) en Babelio.

Querría terminar con una cita del protagonista de la novela, que hace juegos malabares en todo momento con las tres bolas predominantes en la novela: la supervivencia, la desesperación y la tristeza: "El tiempo acaba siempre borrando las heridas. El tiempo es una lluvia paciente y amarilla que apaga poco a poco los fuegos más violentos".

En la novela La lluvia amarill asistimos al monólogo interior en el que Andrés, el último habitante de un pequeño pueblo del Pirineo aragonés llamado Ainielle, repasa fragmentos de su vida en el lecho de muerte.

Andrés ve sus recuerdos pasar, aunque ya duda de si son imaginaciones suyas, si son sueños o recuerdos difuminados o tergiversados. Las ruinas de su anciana mente extraviada por la larga soledad sufrida nos muestra la muerte, el olvido, el aislamiento, el abandono, la incomunicación, el desamparo, la melancolía, la nostalgia, la añoranza y la tristeza del protagonista. Y por supuesto no falta la locura, la demencia, la enajenación, la alienación, o la paranoia que produce todo lo anterior.

Pero también se trata de un libro que nos muestra el éxodo rural, y con él, la pérdida de identidad de las gentes del campo, la muerte como una forma de entender y vivir la vida, el abandono y la ruina de muchos pueblos españoles. Pueblos vacíos, casas en ruinas, cristales rotos, chimeneas apagadas, tejados derrumbados y bancales conquistados por la maleza son los otros protagonistas de la novela.

Y todo esto, con una escritura llena de una enorme carga poética y donde el lirismo la recorre de principio a fin. Escrito en primera persona, vives con el personaje sus angustias, su soledad, su dolor. El fluir de sus recuerdos se abre paso entre los silencios de todo lo perdido, todo lo que no se hizo, de los abrazos no dados o la incapaz emocional.

Y puedo afirmar que es uno de los libros que más desasosiego, ansiedad, malestar, inquietud, intranquilidad y zozobra me ha causado en los últimos años y que me va a dejar un profundo poso durante mucho tiempo.

Andrés de Casa Sosas, el último y orgulloso habitante de Ainille, un pueblo abandonado del Pirineo aragonés, nos cuenta esta historia el día de su muerte. Nos habla de cómo, poco a poco, todos sus vecinos fallecieron o se han marchado a la ciudad. Él, junto con una perra aguanta refugiado entre las ruinas de Ainielle, en una soledad que hace que su mente se extravíe y que se encuentre y conviva de forma natural con los espectros de su madre, su mujer o algunos vecinos.
Los primeros capítulos resultan algo confusos, ya que parece hablar para terceras personas, pero enseguida nos damos cuenta que habla con nosotros y al final sabremos quienes son esos "ellos"del principio. Durante toda la lectura te preguntas por qué Andrés no hizo como su hijo o sus vecinos y se marchó; luego te das cuenta de que Andrés siente que si abandona su casa traiciona a todos sus antepasados, que en ese pueblo muerto, él controla su mundo, un control que perdería en cualquier otro sitio. Un texto que te hace visualizar y sentír todo lo que cuenta.

Este libro me hizo llorar a lágrima viva. Qué pena. A pesar de ser un libro más bien juvenil, lo he disfrutado enormemente.
Una historia muy original aunque por otro lado pueda parecer lo mismo de siempre y que ya hay cosas así, no, no lo hay.
Aquí tenemos un buen surtido de personajes a los que invariablemente cogerás un cariño tremendo. Hugo es... Hugo es un amor y aunque en un inicio puedas creer que Wallace es un tirano y sentir cero empatía con él, las cosas no siempre son lo que parecen y no es oro todo lo que reluce.
Hay una trama principal que es la muerte de Wallace y su tránsito hacia lo que hay detrás d e la puerta pero también hay otras que querrás conocer con más ganas si cabe que la principal. Un libro lleno de matices que vas a disfrutar de principio a fin y de los que al acabar te quedas con la sensación de despedirte de unos muy buenos amigos que vas a echar en falta mucho tiempo.
Ahora me da miedo leer La casa en el mar más azul. ¿Me gustará del mismo modo?