Uno termina cada uno de estos cuentos con la sensación de no acabar de entender del todo. Se releen y se comprenden un poquito más, incluso de una forma distinta a la anterior, pero ni aun así desaparece esa sensación de que hay algo más ahí que se nos escapa, que solo hemos arañado la superficie. Lispector escribe oblicuo, es una escritora del extrañamiento, juega con la sugerencia, con la frase abierta, con la expresión críptica, con la imagen ambigua, con el calificativo imposible. Los relatos parecen discurrir por senderos habituales, cotidianos, un viaje en autobús, un cumpleaños, una cena con amigos, unas rosas en un florero, un día de colegio... de repente te ves atacado por detrás, perdido en no se sabe qué territorios; retrocedes, vuelves por tus pasos; tus ojos empiezan poco a poco a habituarse a la poca o a la mucha luz y empiezas a intuir sombras que se van convirtiendo en figuras que nunca llegan a ser del todo nítidas y ahí el esfuerzo del lector para dotarlas de un ser del que nunca puedes estar seguro del todo y que se te antoja inagotable. Una delicia. + Leer más |