La hora de la estrella

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Querida Clarice:
No sé ni por donde comenzar. Tal vez lo mejor sea pedirle disculpas por el atrevimiento de escribirle. También me gustaría pedirle disculpas por posponer tanto el momento de descubrirle. Aunque ahora encuentro sentido a ese espacio temporal desde que leí por primera vez su nombre hasta esta primera toma de contacto. Necesitaba madurar, como persona pero también como lectora, para poder comprender todo lo que me he encontrado en las páginas de su obra. Y a pesar de ello tengo que reconocer que no ha sido fácil. He llegado al punto final con una sensación de agotamiento, tanto físico como mental, y con una pesadumbre llena de tristeza y nostalgia. También con una gran satisfacción, no lo puedo negar, ya que seguro que hace unos años no podría llegar a comprender su característica intensidad.

Han sido muchos días a su lado, quince para ser más exactos, y pueden parecer demasiados para la extensión que tiene la obra pero siento que ha sido lo más adecuado. He sentido la necesidad de leerle de la forma mas pausada posible. Su narración es muy particular, especial y, me atrevo a decir, que totalmente única. Me atrevo a decirlo porque si me pongo a pensar llego a la conclusión de que nunca he leído algo igual, ni siquiera parecido. Una narración para leer lentamente, dejando que cada palabra busque su lugar. No hay que leer y punto, eso no es válido. Hay que sentir. Cerrar los ojos y dejar reposar cada fragmento y reflexión. Dejar vagar la mente y leer entre líneas.

Ha sido su última obra, publicada pocos meses antes de fallecer, y eso hace que la tristeza tenga aún más peso. ¿Cuánto hay de usted en Macabea? ¿Cuánto se echa en cara a través de los comentarios del narrador? Ay, Clarice, no se puede imaginar el dolor que he sentido y aún siento. Dolor que solo se ha visto paliado por la belleza de sus palabras.

Me ha conquistado, sí, pero no me atrevo a gritarlo a los cuatro vientos. Comprende el porqué, ¿verdad? Es usted muy peculiar y eso hace que no sea apta para cualquiera, por decirlo de alguna manera. No me atrevo a recomendar su obra y espero que no me lo tenga en cuenta. No lo tome como algo malo si no todo lo contrario.
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