La búsqueda

Algo los unía, y ese algo estaba relacionado con sus fracasos vitales. Con el dolor. Con las decepciones. Con el miedo a no estar a la altura.

Kate tendía a no dar por bueno lo que la gente contaba; más bien al contrario, solía cuestionarlo todo.

La casa y su atmósfera ya nunca se recuperarían.

Tenía un gran talento para ponerse trabas, y a veces veía ataques donde no los había por culpa de su baja autoestima.

Se encerraba en sí misma para no brindar a nadie la oportunidad de hacerle daño. Así, tampoco ofrecía a nadie la posibilidad de quererla. Y esa era la razón de que se sintiera continuamente rechazada.

Había aprendido a guardárselo todo porque temía las críticas ante cualquier revelación.

En esas «fases de descanso» tenía lugar un continuo diálogo interior. En realidad no descansaba. Debía luchar para resistir a la depresión. Al final del invierno siempre acababa agotada.

Las chicas así aprenden buen comportamiento y modales perfectos, y eso les funciona mientras se mueven en sus círculos, es decir, entre gente como ellas. Sin embargo, cuando se enfrentan a los peligros de la vida, a sus abismos, se encuentran completamente perdidas. No han aprendido nada que puedan utilizar como arma. No tienen nada que hacer.

De joven quizá fue una mujer atractiva, pero llevaba profundamente grabada en el rostro su frustración vital.

Creo que solo cometes esos errores porque te mete en la cabeza que los vas a cometer. Si le quitas a alguien la confianza en sí mismo, acaba haciendo mal las cosas. Debes creer en ti, Hannah. Y todo irá bien.