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La edad no era solo un número, ni mucho menos; era todo esto que veía en el espejo. Para otros, ese mismo número significaba pérdida de memoria, diagnósticos de cáncer y enfermedades incurables, para muchos, también gota, desgaste y operaciones de cataratas. Cuanto más me observaba a mi misma, más segura estaba, sin embargo, de que yo era ese tipo de personas que solo mejoran con la edad. Estaba sana y salva, sobre mis propios pies, y recordaba de quién era el baño en cuyo espejo me miraba.
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