El gato que sabia grabar

Segundo libro que leo de la serie de esta autora, y lo he encontrado mejor que el primero, más trabajado.
Son una serie de libros protagonizados por Jim Qwilleran, antiguo reportero de guerra que actualmente se dedica a redactar artículos sobre el mundo del arte, acompañado desde el principio por su peculiar gato siamés Koko y, en este libro, por una nueva adquisición, la gatita Yum Yum.
En esta ocasión, debe escribir sobre las tiendas de antigüedades que se han ido ubicando en un barrio marginal de la ciudad.
Cuando se desplaza allí por primera vez para tomar el pulso al barrio, encuentra un alojamiento adecuado, y aprovecha para instalarse allí ya que está viviendo en un hotel. Eso, además de proporcionarle un apartamento amueblado con muebles antiguos, le ayuda a integrarse en el vecindario y conocer más detalladamente a sus moradores.
Como es habitual, se ve implicado en la investigación de una serie de crímenes.
Tenemos un libro del más puro “cozy mistery”, ese subgénero de la novela negra en que apenas hay violencia, están protagonizados por detectives amateurs y transcurren en ambientes apacibles.
No podemos hablar de grandes protagonistas, pero Jim se hace querer. Un cuarentón, afable, inquisitivo, irónico, sibarita... al que Koko, y en menor medida Yum Yum, le ayudan a esclarecer los crímenes investigados. Me gusta como la autora narra las travesuras de los mininos, a los que también les atribuye una gran inteligencia.
No hay secundarios fijos, excepto el jefe de Jim, que aparece muy poco, pero que le da la contrapartida cómica a la seriedad de la situación.
Hay un gran elenco de personajes, que encarnan a los propietarios de las tiendas del barrio, con sus tensiones entre ellos debidas a la competición profesional; pero también relaciones cordiales al ser vecinos del mismo barrio.
La trama no es intricada ni demasiado elaborada, pero si está lo suficientemente conseguida para que te atraiga la lectura, pese a su previsibilidad.
Recomendable para pasar un buen rato.