Nunca tuve la impresión de que el campo fuera mi hogar, pero empecé a acostumbrarme a la vida allí mientras esperábamos a ver qué país nos dejaba inmigrar. Había muchísima gente como nosotros, buscando un lugar dispuesto a acogerla.
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Nunca tuve la impresión de que el campo fuera mi hogar, pero empecé a acostumbrarme a la vida allí mientras esperábamos a ver qué país nos dejaba inmigrar. Había muchísima gente como nosotros, buscando un lugar dispuesto a acogerla.
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No podía quedarme esperando a que los alemanes fueran derrotados. Tenía que actuar. |
A mis amigos no parecía importarles que yo fuera judío y ellos no. Lo único que importaba era que yo compartía su intrepidez y sus ganas de hacer chiquilladas.
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La edad de la inocencia