El caso del señor Crump

¿Quién dijo que los hijos eran una granada arrojada al matrimonio? Desde luego, la maternidad es una aventura arriesgada. La paternidad supongo que también ha de ser un reto. Pero hay matrimonios como cárceles. Con y sin hijos. «La prole», como la llama mi compañero de departamento, no siempre determina el éxito o el fracaso de una relación. Tal vez, en alguna ocasión, sirva, incluso, de excusa para justificar nuestras propias frustraciones. Nuestra falta de valor. O de libertad.

La publicación del libro que hoy nos ocupa es realmente un ejemplo de valentía. El caso del señor Crump (Hermida Editores, 2021), escrita por el alemán Ludwig Lewisohn (1882-1955), vio a luz en 1926, en París, siendo censurada en Estados Unidos. Alabada por Thomas Mann, con quien mantiene una intensa correspondencia, y por Sigmund Freud, que la considera una obra maestra, no dejará impasible a ningún lector.

Su protagonista, el joven Herbert Crump, es cándido, culto y de emociones intensas y puras. Con sus ilusiones puestas en su carrera musical, vive una aventura con Anne, una mujer mayor, casada y con tres hijos. Lo que inicialmente parecía algo apasionado y necesario para su existencia se convierte, a través de las presiones y manipulaciones de su amante, en un matrimonio que lo asfixia, lo arruina y amenaza con envilecerlo.

La caída de Crump, que ha conseguido sus metas musicales y parecía haber encontrado su lugar en el mundo, llega de manera inevitable, tal y como el lector se teme desde que se deja corromper por el deseo y la mentira. La complicada unión de su inocencia exasperante y el desquiciante carácter controlador y obsesivo de Anne son un callejón sin salida.

Una lectura para mentes abiertas, que naveguen por esta historia ambientada en la Belle Époque sin tachar a su autor de misógino. Teniendo en cuenta el momento en el que fue escrita, así como los rasgos de carácter de cada personaje -trazados de forma magistral-, perfectamente atribuibles a un género o a otro. Y analizando las convenciones de una sociedad hipócrita, quizá no tan diferente a la que conocemos demasiado bien.
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