El hombre ha nacido para la sociedad. Por poco que se sienta vinculado al mundo, jamás lo puede olvidar del todo, ni soportar ser olvidado enteramente por él.
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El hombre ha nacido para la sociedad. Por poco que se sienta vinculado al mundo, jamás lo puede olvidar del todo, ni soportar ser olvidado enteramente por él.
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Ansiaba que llegara el momento de desenmascarar a los hipócritas y convencer a sus compatriotas de que una fachada de santidad no esconde siempre un corazón virtuoso
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Consciente de que entre las que cantaban las alabanzas de Dios tan dulcemente había algunas que cubrían con la devoción los pecados más impuros, la hipocresía de sus cánticos le inspiraba repugnancia. Hacía tiempo que observaba con desaprobación y desprecio la superstición que dominaba a los habitantes de Madrid.
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Entrar en el mundo de los literatos es exponerse voluntariamente a los dardos de la desatención, el ridículo, la envidia y el desengaño.
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¡Oh, qué espantosa es la noche para el culpable!
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El tiempo era desapacible y tempestuoso; el viento aullaba en torno a la casa, haciendo que las puertas se agitaran en sus marcos, y la fuerte lluvia repiqueteaba en las ventanas. No se oía ningún otro ruido. La vela, que se había consumido ya hasta la arandela, a veces reavivábase iluminando toda la habitación, para luego volver a debilitarse hasta parecer a punto de extinguirse.
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Él sabía lo incierto que sopla el viento del aplauso popular y que basta un momento para que el mundo deteste al que ayer era su ídolo.
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Un autor, sea bueno o malo, o ambas cosas, es un animal a quien todo el mundo cree tener derecho a atacar; pues, aunque no todos sean capaces de escribir libros, todo el mundo considérase capacitado para juzgarlos. Una mala composición lleva consigo su propio castigo: el desprecio y el ridículo. Una buena suscita envidia y acarrea a su autor muchísimas mortificaciones: se ve abrumado por críticas parciales y malhumoradas; uno critica la trama, otro el estilo, un tercero la moraleja que procura inculcar; y quienes no logran encontrar defectos al libro, dedícanse a estigmatizar a su autor.
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Lo que vamos a perder siempre nos parece que es lo más precioso
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"¡Escúcheme, hombre de corazón duro! ¡Escúcheme, orgulloso, severo y cruel! ¡Habría podido salvarme y devolverme la dicha y la virtud, pero no quiso! Usted es el destructor de mi alma, mi asesino, ¡Que caiga sobre usted la maldición de mi muerte y la de mi hijo aún no nacido!"
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Es un cuerpo creado a partir de la unión de distintas partes de cadáveres diseccionados, escrito por Mary Shelley a partir del reto literario de Lord Byron.