El libro se encuentra entre el transito de las novelas kafkianas y el diario que ya había iniciado con Diario de un Canalla. En él nos habla un poco de su gusto por la lluvia y por apropiarse de paraguas ajenos. Pero también mantiene esos extrañamientos de la Trilogía Involuntaria, esos sueños extraños, también emparentados con el surrealismo. Pocos personajes aparecen: un viejo que en la Biblioteca le habla de manera entusiasta e impetuosa sobre Gardel y su alma; el señor Caorsi, anciano soltero, que visita cada cierto tiempo su casa para jugar al ajedrez, tomar un jerez y un café bien cargado; por último, Julia, un antiguo amor del personaje principal (alter ego de Levrero), que ha envejecido y aunque el autor intenta quedarse con su imagen de la época pasada, el retrato que le viene a su mente es la Julia actual. Se lee prácticamente de un tirón. Queda uno con ganas de más.
|