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Crítica de Carampangue


Carampangue
13 January 2020
Steven Levitsky y Daniel Ziblatt son dos politólogos asustados. Asustados por el ascenso de Donald Trump a la presidencia de su país, y que decidieron reflexionar sobre los peligros que afronta una democracia: cuándo se debilita, cuándo corre riesgo de descomponerse desde adentro, y cuándo se convierte en una mascarada, una farsa dictatorial con fachada democrática.


Y aunque se trata de un libro centrado en los peligros que acechan a la democracia estadounidense, es también útil para cualquier lector interesado en la salud y el futuro de las democracias. Nos recuerda, en primer lugar, que a día de hoy una dictadura no suele llegar de la mano de un golpe de estado y un general bigotudo, ni de una revuelta hecha por guerrilleros. Hoy, los mayores peligros para la democracia están en gobernantes legítimamente electos, que tuercen las reglas hasta romperlas, que empiezan a apropiarse de determinadas parcelas del poder público, hasta terminar secuestrando la democracia e imponiendo gobiernos tiránicos a la población.


Los populistas y los antidemócratas siempre están ahí, nos dicen los autores, y es un deber del sistema político mantenerlos a raya. Sin embargo a veces eso no ocurre, por debilidad del sistema que deslegitima las alternativas democráticas y abre camino a alternativas peligrosas, o por un error de cálculo que hace que los políticos democráticos se alíen con candidatos de posiciones extremas. Aquí los autores ofrecen abundancia de ejemplos, tanto de gobernantes que llegan al poder por vía democrática y luego cambian su modo de acción como de países cuyos partidos fueron lo bastante fuertes como para aislar a los candidatos y movimientos que se ponían fuera de la legitimidad democrática, aún a costa de perder votos o incluso de apoyar a sus contrarios ideológicos.


Muy útiles resultan un par de clasificaciones propuestas en el libro: la primera es cómo reconocer a un candidato poco demócrata, el cual puede poseer alguna de estas cuatro características: 1) Rechaza, o acepta con dificultad, las reglas de la democracia. Es decir, amenaza con impugnar una elección argumentando fraude con pocos motivos, anuncia que él representa la voluntad del pueblo así que se impondrá queramos o no, etc. 2) Niega la legitimidad de sus oponentes: los acusa de traidores, criminales, acusa que no deberían ser parte de una elección, anuncia que los encarcelará si gana, etc. 3) Tolera o alienta la violencia. O sea, aprueba a otros gobernantes autoritarios, o no marca distancias con seguidores suyos que son violentos. y 4) Se muestra dispuesto a restringir las libertades de los opositores, incluidos medios de comunicación. Aquí valen las amenazas a los medios, las acusaciones infundadas, los amedrentamientos, las persecuciones políticas. Según los autores, si el candidato que usted apoya cumple una de estas características, debería usted preocuparse. Y Donald Trump cumple las cuatro.


La otra clasificación que me gusta es la que nos señala el esquema de acción de un gobierno autoritario, representada como un partido de fútbol amañado: Paso 1, atacar a los árbitros. Se destituyen jueces contrarios a uno, o miembros del Tribunal Constitucional. O se amplían esos tribunales, llenándolos con jueces afines al propio goierno. Paso 2: compra o anula al mejor jugador de tu adversario. Se amenaza, extorsiona o coopta a los políticos rivales, figuras culturales admiradas o intelectuales de peso que no sean adeptos a uno. Se les busca un defecto (¿recuerdan los Vladivideos en el Perú fujimorista?) o se les ofrece apoyo, hasta que guarden silencio o se vuelvan amigos de uno. Y Paso 3: reescribir las reglas para que a uno lo favorezcan. Reelecciones indefinidas, modificación del padrón electoral, Constituciones aprobadas de manera ilegítima... el cielo es el límite!


Los autores dedican gran parte de su obra a analizar el por qué la democracia estadounidense ha resultado tan estable en el tiempo, y por qué ha aceptado la aparición de un presidente tan peligroso para ella misma. Y concluyen que, más que la Constitución yanqui, o sus leyes, ha resultado fundamental la cultura política de sus partidos, que después de un período tormentoso aprendieron a tratarse respetuosamente, a evitar ganar a toda costa, sino que le han permitido a sus rivales mantenerse lo bastante fuertes como para que no quisieran intentar saltarse las reglas democráticas con tal de ganar. Los partidos, nos dirán Levitsky y Ziblatt, han preferido victorias parciales con un adversario respetable a victorias totales con un adversario desesperado y dispuesto a poner en jaque todo el sistema. Han aprendido a negociar.


Sin embargo, en las últimas décadas eso cambió: han aparecido estrategias mucho más agresivas -en especial, pero no en exclusiva, por parte del partido Republicano-, que han puesto en entredicho esas reglas no escritas, y la política interna estadounidense ha entrado en un estado de guerra total, donde es normal acusar a Obama de musulmán, antiamericano y de haber nacido fuera de EEUU (Trump ha dicho cosas así públicamente), o de negarle el apoyo al presidente electo en cualquier ley o nombramiento, por nimio que sea. En un clima así, postulan los autores, la democracia se vuelve frágil, y el partido gobernante se siente tentado a adquirir más y más poder, pisoteando a sus rivales y de paso a toda la nación.


Un libro que aporta una reflexión interesante, apoyada por ejemplos de todo el mundo, y en una consistente revisión histórica de la tradición democrática norteamericana, con sus crisis y sus carencias. Un texto que nos recuerda que la democracia que a veces damos por sentada no es nada segura, y que puede caer en la medida en que no seamos firmes a la hora de defenderla.


A mí, en lo personal, me parece que los autores ponen demasiado énfasis en el rol que los partidos deben jugar en la defensa de la democracia, y faltaría hablar del rol que la propia ciudadanía, el pueblo, juega en esta lucha. Las organizaciones medias, los sindicatos, las iglesias, la cultura democrática. Pero eso es una cuestión de miradas nada más, y no quita ni pone a que Cómo mueren las democracias es un valioso esfuerzo por entender uno de los fenómenos más preocupantes de nuestro tiempo.
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