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Matilde Horne (Traductor)
ISBN : 8445009303
432 páginas
Editorial: Minotauro (19/11/2020)

Calificación promedio : 4.23/5 (sobre 43 calificaciones)
Resumen:
Shevek, un físico brillante, originario de Antares, un planeta aislado y «anarquista», decide emprender un insólito viaje al planeta madre Urras, en el que impera un extraño sistema llamado el «propietariado». Shevek cree por encima de todo que los muros del odio, la desconfianza y las ideologías, que separan su planeta del resto del universo civilizado, deben ser derribados. En este contexto la autora explora algunos de los problemas de nuestro tiempo: la posición ... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (16) Ver más Añadir una crítica
Guille63
 28 April 2023
Empezaré con una frase similar a la que encabeza mi comentario a «El extranjero», de Camus, “complacido en lo literario, enfrentado en lo filosófico”.

La novela me ha parecido notable, sugerente, polémica, repleta de ideas que, acertadas o no, son siempre interesantes. El subtítulo no puede ser más apropiado: “Una utopía ambigua” (aunque la autora renegó de él en ediciones posteriores). Ambigua, entiendo yo, en un doble sentido: si concebimos la utopía como una sociedad perfecta, ninguna de las sociedades representadas en la novela lo son; y si entendemos utopía como un anhelo irrealizable, no queda claro si la sociedad anarquista descrita es para la autora, a pesar de todos los peros, posible y deseable.

Lo cierto es que le Guin establece de inicio un contexto un tanto especial para desarrollar su tesis: una sociedad que habita un planeta, Anarres, donde años atrás llegaron los primeros colonos que, por revolucionarios, fueron expulsados de Urras, planeta gemelo de Anarres similar a nuestra Tierra de hace unos años, en el que conviven distintas culturas y distintos países polarizados en torno a dos de ellos, uno capitalista y otro comunista; todos los anarrestis de la actualidad proceden de esos primeros colonos y han sido educados bajo los principios anarquistas que en su día promulgara Odo, la líder teórica de aquella revolución. No existen países en Anarres, todos los habitantes forman parte de la misma colectividad. El planeta es inhóspito y sus recursos escasos.

“No tenemos leyes excepto el principio único de la ayuda mutua. No tenemos gobierno excepto el principio único de la libre asociación. No tenemos naciones, ni presidentes, ni ministros, ni jefes, ni generales, ni patronos, ni banqueros, ni propietarios, ni salarios, ni caridad, ni policía, ni soldados, ni guerras. Tampoco tenemos otras cosas. No poseemos, compartimos. No somos prósperos. Ninguno de nosotros es rico. Ninguno de nosotros es poderoso.”

En definitiva, le Guin parte de una “cárcel” aislada y prácticamente autárquica donde los presos, descendientes de un grupo “selecto” de personas que compartían un mismo credo político, se autogestionan en una economía de subsistencia sin necesidad de guardias, una cárcel en la que nadie nuevo entra ni de la que nadie puede, ni parece querer, salir. Un contexto no muy realista en el que, por ejemplo, se elimina cualquier posibilidad de enemigos territoriales y, por tanto, la necesidad de un ejército.

“…ninguna sociedad puede modificar la naturaleza de la existencia.”

Esta frase, dicha por el protagonista de la novela, Shevek, un científico anarresti cuyo desarrollo vital nos va descubriendo poco a poco los problemas a los que se enfrenta su sociedad, centra el tema que está en la base de la novela, ¿cuál es la naturaleza de la existencia?, ¿cómo somos, como podemos ser, los seres humanos? ¿cómo podemos llegar a organizarnos?

Pues bien, la naturaleza de los anarrestis también presenta unas excepcionales características.

En principio, los intereses individuales parecen coincidir siempre con el interés colectivo. Las condiciones de vida en Anarres son muy duras, apenas hay vegetación, prácticamente no hay animales, es árido, con temperaturas rigurosas, su único recurso son los minerales, producto con el que comercian con los urrastis. Estas condiciones obligan a la colaboración permanente entre los anarrestis para poder subsistir, a que todos tengan que hacer de todo, cualquier trabajo, por penoso que sea, cosa que además hacen con satisfacción: lo que se pierde en eficacia se gana en justicia. Todo el mundo mantiene un trabajo principal que le gusta, de hecho, en su idioma, trabajo y juego se nombran con la misma palabra. Los trabajos desagradables son faenas.

“A la gente le gusta hacer cosas. le gusta hacerlas bien. La gente hace los trabajos peligrosos, difíciles. Y se siente orgullosa… En última instancia, el trabajo se hace por el trabajo mismo… Y también la conciencia social, la opinión del prójimo. No hay ninguna otra recompensa.”

¿Y qué pasa con el que no quiere hacer esos trabajos?

“Bueno, se va a otra parte. Los otros se cansan de él, sabe. Se burlan de él, o lo tratan con rudeza, lo hostigan; en una comunidad pequeña llegan a quitarlo de la lista de comensales, y entonces tiene que cocinar y comer a solas, y se siente humillado. Entonces se muda a otro sitio, y allí se queda por algún tiempo, y tal vez vuelve a mudarse. Algunos lo hacen durante toda la vida. Nuchnibi, se les llama.”

Este es el castigo en Anarres, un lugar donde no hay cárceles ni instituciones psiquiátricas, hay unos hospicios donde los “criminales y desertores crónicos” o con problemas mentales ingresan, en teoría, VOLUNTARIAMENTE. Los anarrestis parecen tener una especie de intolerancia biológica a las medidas coercitivas.

Otro aspecto muy peculiar de estos anarrestis es que no tienen ningún sentimiento posesivo, ni por objetos ni por personas. Está muy mal visto que los padres no dejen a sus hijos al cuidado de las instituciones a una corta edad, como también están mal vistas las relaciones monógamas prolongadas, de hecho, los anarrestis no tienen apegos familiares (”Entre nosotros no cuentan mucho los parentescos; todos somos parientes”). Tampoco sienten la necesidad de conservar amistades duraderas (“el anarresti tendía a buscar amigos en el lugar donde residía, no en el que había residido”), lo cual es muy útil, dado que en todo momento se podía exigir la colaboración de la persona en cualquier lugar que fuera necesario y durante el tiempo que se precisara, años incluso.

“… los seres humanos gustan del desafío, buscan la libertad en la adversidad... Todos disfrutaban del trabajo por duro que fuese, predispuestos a dejar de lado cualquier preocupación tan pronto como hacían lo que podía hacerse... Entusiasmaba descubrir que al fin y al cabo el vínculo era más fuerte que todo cuanto lo ponía a prueba.”

Otro aspecto muy importante es que en Anarres no hay gobierno, aunque en realidad existe una institución que se le parece mucho, la red administrativa y organizadora llamada CPD, Coordinadora de Producción y Distribución, un sistema que abarca todos los sindicatos, federaciones e individuos que llevan a cabo el trabajo productivo. Lo que en ningún momento queda claro es cómo se toman aquí las miles de decisiones necesarias en el día a día. Hay asambleas en las que se discuten cosas y, aunque no se vota, parecen llegar siempre a un acuerdo sobre las órdenes que no se sabe muy bien quién las ha tomado.

“…no puede haber un sistema nervioso sin por lo menos un ganglio, y preferentemente un cerebro. Tenía que haber un centro… Y desde el comienzo los colonos comprendieron que aquella centralización inevitable era una permanente amenaza, que necesitaba de una permanente vigilancia.”

Esta CPD constituye un grave problema, de lo que le Guin es plenamente consciente. Como bien dice uno de los personajes “el deseo de poder es tan fundamental en el ser humano como el impulso a ayudarnos mutuamente”, y siempre habrá alguien que quiera ejercer ese poder en su propio beneficio, y otros que se frustren por no tenerlo o por tener que obedecer a “mentes estúpidas” en las que prima “la envidia, la ambición de poder, el miedo al cambio”.

“Hemos permitido que la cooperación se transforme en obediencia.”

¿Y por qué obedecen los Anarrestis? Por un sentimiento exacerbado de responsabilidad y por el control social que ejerce la opinión pública, otro gran problema identificado por la autora.

“¿Acaso nos retienen aquí por la fuerza? ¿Qué fuerza qué leyes, qué gobiernos, qué policía? Nada ni nadie. Sólo nuestro ser, nuestra naturaleza de odonianos.”

“La conciencia social, la opinión ajena, era la fuerza moral más poderosa en el comportamiento de casi todos los anarresti… Tememos la opinión del prójimo más de lo que respetamos nuestra propia libertad... Hemos creado leyes, leyes de comportamiento convencional, hemos levantado muros alrededor de nosotros, y no podemos verlos, pues son parte de nuestro pensamiento.”

Como resultado de todo ello, y son conclusiones a las que llega la propia autora, se promueve el odio al diferente y la frustración de este (“La frustración de la voluntad le había enseñado a ver la fuerza que había en ella. Ningún imperativo social o ético podía igualársele. Ni siguiera el hambre era capaz de contenerla”), desalentando o acabando con la libertad de invención, con la iniciativa, produciendo una sociedad anquilosada y, de hecho, echando a bajo los principios más importantes de la revolución.

“El deber del individuo es no aceptar ninguna norma, decidir su propia conducta, ser responsable. Sólo así la sociedad vivirá, y cambiará, y se adaptará, y sobrevivirá. No somos súbditos de un Estado fundado en la ley, somos miembros de una sociedad fundada en la revolución. La revolución nos obliga: es nuestra esperanza de cambio. «La revolución está en el espíritu del individuo, o en ninguna parte. Es para todos, o no es nada. Si tiene un fin, nunca tendrá principio». No podemos detenernos aquí. Hay que seguir adelante. Hay que correr riesgos.”

Aunque la sociedad anarquista y su contraste con la capitalista de Urras es el gran tema de la novela, al hilo de ello también toca otra serie de cuestiones que siguen siendo relevantes en la actualidad, como el efecto que en nuestro comportamiento tiene el lenguaje que utilizamos…

“Los niños pequeños podían decir «mi madre», pero pronto aprendían a decir «la madre». Nunca decían «mi mano me duele», sino «me duele la mano», y así sucesivamente; nadie decía en právico «esto es mío y aquello es tuyo»; decían «yo uso esto y tú usas aquello».”

… o la igualdad total de género o la libertad sexual…


En definitiva, un novela que les dará mucho que pensar sin dejar de entretenerles.
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miguaran
 02 October 2022
Así como en "El nombre del mundo es bosque" le Guin trató el tema del colonialismo, aquí se enfocó en la temática del capitalismo, el comunismo y el anarquismo. Shevek, un físico del planeta Anarres, viaja a Urras como parte de un esfuerzo diplomático. Anarres fue colonizado siglos atrás por disidentes de Urras, seguidores de una doctrina, creada por una filósofa llamada Odo, que en el libro es presentada como anarquista, aunque en mi opinión, corresponde al anarquismo generado por la etapa final teórica del comunismo. En Anarres no hay propiedad privada, ni ansia de lucro, el concepto de familia es muy difuso-los niños son criados en dormitorios comunitarios-, hay plena libertad sexual, no hay dictaduras ni guerras. En principio parece una sociedad utópica, pero a medida que avanza el libro notamos las grietas detrás de la fachada (este es un gran mérito de le Guin, porque los escritores de utopías a menudo presentan sus sociedades como infalibles, simplemente al ignorar dentro del relato las fallas que podrían adolescer): es una sociedad que ha abandonado en gran medida el progreso tecnológico, incapaz de afrontar grandes proyectos de infraestructura, que ahoga la iniciativa individual. Urras, por otra parte, es una sociedad netamente capitalista, con todas las virtudes y defectos que tanto conocemos del capitalismo: tiene un gran desarrollo tecnológico y bienestar material, pero también una gran brecha entre ricos y pobres. Los segundos son explotados sin piedad y usados como carne de cañón en guerras.
Le Guin no plantea que ninguna de las sociedades es superior a la otra: las muestra con sus virtudes y defectos. Más allá de que la sociedad de Anarres nunca podría funcionar a largo plazo (su economía es netamente extractiva: Urras respeta su aislamiento porque le proveen de minerales raros), cada individuo encontrará una sociedad más atractiva que la otra en función de sus valores: alguien que crea en el mérito y el esfuerzo preferiría Urras, mientras que una persona menos interesada en el progreso material probablemente elegiría Anarres.
El libro es literatura de ideas: no hay grandes aventuras o batallas. Las características de las respectivas sociedades se desprenden de diálogos y recuerdos de Shevek.
Me gustó en particular porque es el libro más extenso de le Guin que he leído hasta ahora.
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Aitor_Castrillo
 27 June 2021
Bajo la capa exterior de ciencia ficción encontramos una novela muy política. En ella acompañamos a nuestro protagonista Shevek transitando entre dos mundos completamente diferentes: Urras (capitalista) y Anarres (anarquista)

He disfrutado más con los capítulos de Urras (en presente y con más acción) que con los que transcurren en Anarres que cuentan con un ritmo más pa(u)sado, pero todos ellos me han parecido interesantes.

🌑🌕 "Nosotros los ignoramos a ustedes, ustedes nos ignoran a nosotros. Ustedes son nuestra historia. Nosotros somos quizá el futuro de ustedes. Yo deseo aprender, no ignorar. Este es el motivo de mi venida. Tenemos que conocernos".

🌑🌕 "Siempre había temido esto más que a la muerte. Morir es perder la identidad y unirse al resto. Él había conservado la identidad y perdido al resto".

🌑🌕 "El error de renegar de la historia, de renunciar a la posibilidad del retorno. El explorador que no vuelve, o que no envía de regreso sus naves para que cuenten lo que ha visto, no es un explorador, es un aventurero".

Leer Los desposeídos ha sido como caminar por un barrizal. No me ha permitido avanzar rápido..., pero ha dejado huella 👣.
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Descansante
 24 February 2022
Tenía unas grandes expectativas de este clásico —y de esta autora— que no han podido sino decepcionarme: no porque sea una mala novela, sino porque tenía un imaginario —concepto que atravesará toda mi crítica— diferente. Con un sorprendente parecido con Estrella Roja, de A. Bogdanov, pero sin haber podido influirse mutuamente (porque Estrella Roja no fue publicado al inglés hasta 1982, a pesar de estar publicado en 1908; mientras que Los desposeídos se publica en 1974), dice mucho del imaginario utópico de los clásicos políticos o politizados de la ciencia ficción. Los paralelismos van más allá de la estricta ciencia ficción (viajes espaciales, extraterrestres…) sino que afloran cuando la sociedad que se presenta como emancipada se presenta: no sólo los conocimientos de los autores (ambos científicos o con conocimientos científicos) o el viaje a conocer otra sociedad: los símiles que se encuentran entre Anarres y Marte tienen esa base del imaginario (histórico)-social [C. Castoriadis] sobre aquello que habitualmente llamamos utopía. La crianza colectiva, las viviendas y su estructura, el transporte, la división social del trabajo o el imperialismo interplanetario o espacial… Una retahíla de coincidencias que le dan la razón a Castoriadis y ese componente sobre la base material en que los imaginarios se construyen: la burguesía no construyó un mundo imaginándolo, sino transformándolo —y en la mayoría de los casos, ni tan siquiera es el mundo que fantaseaba esta personificación del capital que el burgués representa—.

Los desposeídos aborda, no obstante, las contradicciones que supone la creación de ese mundo nuevo que los odonianos llevaban en sus corazones: sin embargo esas contradicciones en la mayor parte de los casos carecen de sentido, pues Úrsula no ha tenido en cuenta cómo los cambios en los modos de producción implican cambios en las relaciones sociales: no sólo la anarquía anarriense tiene contradicciones que no se corresponden con su modo de producción, sino que crearon un lenguaje que no explicaba una realidad que conocían —y necesita explicitar cómo en ese lenguaje, el právico, no existen términos que llegaban a comprender los anarrienses, como si existiese la posibilidad de desligar el lenguaje a la realidad que les constriñe o estudian). Por ello, Los desposeídos no sólo aborda las contradicciones de Shevek o Anarres: también lo hace con las propias de le Guin.

Al abordar algunas de las cuestiones polémicas en la novela, podemos entrever las preocupaciones de la autora: la misoginia que puede desvelarse, no sólo en Shevek, sino en la sociedad odoniana; el culto a la personalidad (que en El día antes de la revolución la propia autora trata de desarticular), donde los odonianos son más odonianos que la propia Odo (rechazan la violencia en palabras de Odo, cuando esta reconoce orgullosa haberse enfrentado a la policía); la presencia de castigos —donde el aislamiento sigue presente— o cómo la moral erige y constituye, no sólo una ley, sino un fin en sí mismo (teniendo permanentemente estas palabras de D. Zolo y L. Ferrajoli «Desde este punto de vista una sociedad menos criminal es, paradójicamente, no una sociedad más moral, sino una sociedad liberada de las categorías de la ética cristiano-burguesa: es una sociedad sin moral, puesto que la instancia moral se habrá resuelto de forma materialista en la organización sinérgica de los intereses y de la libertad».).

Analizando la estructura de la novela, Los desposeídos tiene dos ritmos, dos tiempos, dos espacios: Anarres y Urras (que culminan en un decimotercer capítulo con la unión de esos eslabones). Su comienzo es caótico, plagado de apriorismos donde ubicarse cuesta un poco, aunque aparentemente es deliberado, porque la maraña de incógnitas se van respondiendo a lo largo de la novela. Aun habiendo sido tan crítico con la novela (por lo que la novela representa) la Shevek es un personaje al que se le acaba cogiendo cierto cariño: pasional, confuso y muy ‘humano', inteligente pero ingenuo; locuaz, aunque pueda mostrarse tímido… En tanto novela, se disfruta aun en sus tramos más lentos o técnicos.
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Edd62
 01 January 2019
Más que ciencia ficción, una novela construida a partir de ficción utópica social
Aunque la autora la ubica en el espacio, donde lls anarquistas de un lejano planeta han sido desterrados a la luna de dicho cuerpo celeste,por el riesgo que representan a la sociedad denominada propietariado, ambas sociedades han progresado a su manera, han crecido, avanzado, y s han tropezado con sus propias piedras, constituidas en gran medida por lo que consideran sus fortalezas,
En este contexto, la sociedad propietarial, ( Urras ) decide premiar e invitar a un fisico de la sociedad anarquista ( Anarres ), a visitar y trabajaren el planeta, a cambio de compartir su mas caro trabajo, “ la teoria de la simultaneidad, “ a partir de la cual el viaje interestelar seria factible de manera instantánea, al desestimar el tiempo,
En este viaje el protagonista Shevev, se enfrenta conoce, disfruta, a la vez que sufre todo aquello que no sucede en su sitio de origen, opulencia, propiedad, disfrute, goce, pero a la vez se ve asediado, de manera mas acusada por celos, envidias, aislamiento social, traiciones, engaños,
La intencion de la autora, es aún más audaz, al pretender que entre capítulos sucede la historia de Shevev simultáneamente tanto en Urras como en Anarres...
En realidad puede reconsiderarse esta obra, a la luz de las propuestas sociales existentes en la época, socialismo, capitalismo, comunismo, democracia, y la autora juega con ellas, mezclandolas en ocasiones en una misma estructura político-social ( tal como sucede en la actualidad ), pero lo hace de manera ingenuamente positiva, , coqueteando descaradamente con el comunismo como sistema descollante, es aqui donde no resiste la crítica del tiempo,
Aborda así mismo otros temas, tales como la movilidad de uno a otro sistema y sus repercusiones, el feminismo y el papel de la mujer en dichos esquemas politicos, la incorporacion de los mas desfavorecidos ( desposeidos) como mayoria triunfante no impuesta, sino social e históricamente merecedora de las prebendas que la sociedad igualitaria puede ofrecer,
Lo más relevante, a la luz de la historia, son las inconmesurables reflexiones acerca de multiplicidad de temas que dan forma a esta novela, en un género que si bien quiere llamarse ciencia ficción, o Utopía, es para mi, por su riqueza literaria incatalogable,, y llena de mensajes a ser considerados para pensar largamente...
Con precuela y secuela, es sin duda esta la parte medular de la trilogía
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Citas y frases (27) Ver más Añadir cita
DescansanteDescansante13 February 2022
Por espacio de horas o días vivió en un vacío, una oquedad seca y mísera sin pasado ni futuro. Las paredes se alzaban tiesas a su alrededor. En el otro lado había silencio. [...] El tiempo no transcurría. No había tiempo. Él era el tiempo: sólo él. Era el río, la flecha, la piedra. Pero no avanzaba. La piedra lanzada sería suspendida en el punto medio. No había día ni noche. A veces el doctor apagaba la luz o la encendía. Había un reloj junto a la cama; la manecilla iba y venía sin sentido de una a otra de las 20 cifras de la esfera.
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MariaTMariaT30 January 2021
La cuestión de la superioridad y la inferioridad parecía tener gran importancia en la vida social de los urrasti. Si para respetarse a sí mismo, Kimoe tenía necesidad de considerar que la mitad del género humano era inferior a él, ¿cómo harían las mujeres para respetarse ellas mismas? ¿Acaso considerarían inferiores a los hombres?
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HefestoHefesto31 July 2019
Era fácil compartir cuando había comida suficiente, o apenas la suficiente, para seguir viviendo. ¿Pero cuando no la había? Entonces entraba en juego la fuerza; la fuerza se convertía en derecho; en poder, y la herramienta del poder era la violencia, y su aliado más devoto, el ojo que no quiere ver.
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DescansanteDescansante14 February 2022
(Shevek) Pasaba la jornada entera de trabajo esperando la noche para estar a solas y pensar, pero en el instante en que llegaba a la tienda-dormitorio después de la cena, empezaba a cabecear y dormir como una piedra hasta el amanecer, y nunca le cruzaba por la mente un solo pensamiento.
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LizvzcrzLizvzcrz31 January 2023
Un hombre, por muy inteligente que sea, no puede ver lo que no sabe ver
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Video de Ursula K. Le Guin (1) Ver másAñadir vídeo
Vidéo de Ursula K. Le Guin
Fundada en Argentina en 1955 e incorporada a Grupo Planeta en 2001. Literatura fantástica y ciencia ficción.
Editor de la obra completa de J. R. R. Tolkien, Minotauro cuenta con autores como Philip K. Dick; Ray Bradbury, artífice de las míticasCrónicas marcianas; Ursula K. le Guin, creadora de Terramar; William Gibson, padre del ciberpunk; John Crowley; Kim Stanley Robinson, autor de la Trilogía de Marte, y el popular Christopher Priest. Cuenta, además, con exitosos autores españoles como Javier Negrete, León Arsenal, Rafael Marín y Juan Miguel Aguilera.
Además de los autores clásicos del género, el catálogo de Minotauro cuenta con colecciones dedicadas a la fantasía –con títulos como El hombre marcado, de Peter V. Bret, o Lamento, de Ken Scholes–, la ciencia ficción –La Vieja Guardia de John Scalzi es un buen ejemplo– y el terror –con obras como la antología Zombies, editada por John Joseph Adams, o la novela 13 balas, de David Wellington.
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Novela de ciencia ficción, escrita por Richard Matheson, en 1975 se titula: "En algún lugar del _________"

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