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Crítica de Homolectus


Homolectus
04 April 2022
De nuevo caigo rendido a los pies de Ursula K. le Guin y esta vez lo hago por su magnificencia y por lo compacto de su obra. Es increíble como en menos de 200 páginas Ursula es capaz de mostrarnos con tanto lujo de detalle una sociedad entera. Pero no vayamos todavía tan lejos y comencemos por el principio.

Athshe —que los terrícolas llamaron Nueva Tahití— es un planeta que está cubierto por bosque y que resulta ser el lugar perfecto para establecer una colonia que explote toda la madera que tiene el planeta y sea enviada a la Tierra, en donde pagan una buena cantidad por un recurso ya agotado en el planeta. Para su explotación, los humanos utilizan a los athshianos (que vulgarmente llaman crichis), como mano de obra barata que mantienen en condiciones de esclavitud.

El plan para colonizar el planeta comienza a sufrir contratiempos cuando las colonias son el blanco de ataques de parte de los athshianos en cabeza de Selver, un nativo que debido al clima de violencia, devastación y sometimiento desarrolla una inclinación inusual para un miembro de su especie a la violencia que contagia prontamente a toda su comunidad.

Esta es la historia de cómo los athshianos recuperaron su planeta.

Lo primero que salta a la vista del libro es su extensión como lo conté al inicio de esta entrada. Resulta fascinante encontrarse con una novela tan rica, con un mundo entero en tan pocas páginas. Acá parece ser que cada palabra está cuidadosamente puesta con el fin de que la novela no sea más extensa de lo debido. ¡Que maravilla encontrarse tanta belleza en algo tan corto!

Los athshianos son una especie bastante curiosa, son humanoides de un metro de estatura y piel verde, que evolucionaron a partir de una colonización anterior hace miles de años que viven en agujeros debajo de la tierra ¿hobbits en el espacio?, quien sabe. de todas sus particularidades, de estos seres, la más interesante para la historia es la distinción que hacen del tiempo. Para ellos existen dos: el tiempo-mundo y el tiempo-sueño. Creo que la potencia de la metáfora de esos dos momentos es suficiente para comprender de lo que intento hablar. Los athshianos son una sociedad que le dan una importancia enorme al sueño, son capaces de tener sueño lúcido y han incorporado dentro de su cotidianidad el sueño. Viven entre ambos mundos indistinguiblemente.

Si bien el tema de la esclavitud es uno de los más evidentes de la novela, hay un espacio muy importante para hablar de la humanidad y lo que nos hace humanos. Ursula presenta dos versiones de este tema en la voz de los habitantes de Athse. Por un lado, tenemos la visión de los terrícolas que se limitan a ver como humanos a los que se parecen lo suficiente a ellos. El lado athshiano es más interesante, pues los nativos del bosque llegan a considerar humanos a los que son capaces de soñar, a los que tienen la facultad de vivir entre dos dimensiones como parte de su realidad. Naturalmente, para ambas partes la contraria no debe ser considerada como humana.

El radicalismo en la posición de los terrícolas los lleva a ser capaces de enajenar al otro negándoles su historia. Los yumenos —nombre que reciben los terrícolas— llegan a señalar la sociedad athshiana como una sociedad estática, estable y uniforme que no tiene historia, una sociedad completamente inmóvil. Esto es paradójico, antinatural, pero claramente es el tipo de “argumentos” que se suelen usar dentro de un discurso de odio. Basta revisar la historia para saber que así ha sido.

Todas las diferencias que se establecen entre los terrícolas y los athshianos son capaces de trazar la cosmogonía e identidad de los nativos. Una construcción conectada con su planeta que habla, incluso, de la autopercepción de ellos. Una frase como:

Pero para los atlishianos el suelo, la tierra, no era el lugar adonde vuelven los muertos y el elemento del que viven los vivos: la sustancia del mundo no era la tierra sino el bosque. El hombre terráqueo era arcilla, polvo rojo. El hombre atlishiano era rama y raíz. Ellos no esculpían imágenes de sí mismos en la piedra; sólo tallaban la madera…
Es contundente no solo por la síntesis que ofrece de toda una sociedad, sino también por el hecho de ser capaz de reconocernos en ella como ajenos.

Otra de las particularidades de los athshianos es el papel que juega la caricia en su sociedad. No es algo que se reserva solo para el sexo o entre miembros de la misma familia con un vínculo muy estrecho, sino que es parte fundamental de ellos como sociedad y del trato al otro. Es sentir al otro con todos tus sentidos, es estar con él de todas las formas.

Del lado de los humanos nos encontramos con el capitán Davidson y con Lyubov que encarnan dos naturalezas humanas tan diferentes. Davidson es un tipo cruel, despiadado y supremacista que con tal de lograr sus objetivos es capaz de pasar por encima de cualquier cosa. Lyubov en cambio, es un tipo observador que —a lo mejor tarde— entiende que los humanos no son dueños del planeta y que son los únicos que pagarán las consecuencias de sus actos. Resulta irónico que, con estas personalidades, ambos tengan un destino tan extraño, pero así son las cosas y el destino está por encima de la naturaleza humana.

En El Nombre del Mundo es Bosque Ursula nos ofrece un libro que promete no dejarnos igual a cómo éramos antes de leerlo. Es un libro que inquieta, que no te prepara para lo que viene a continuación y que te permite sentir desespero, desolación y la crudeza de los momentos sin anestesia alguna. Acá las cosas se sienten en la forma más pura, más silvestre; como recién salidas del bosque.

El libro es una oda a los árboles, no al ecologismo. Es un retrato de la belleza que hay en el verde y profundo bosque. Es una forma muy elegante de mostrarnos las atrocidades que comete la sociedad actual con un ente tan maravilloso como lo es un bosque. Como es natural, con un mensaje del tipo, los terrícolas terminan perdiendo esta batalla y se ven obligados a abandonar Athshe y dejarla en manos de los nativos. Este final es atípico dentro del género, pues estamos acostumbrados a ver la conquista del ingenio humano de todo el cosmos y de la facilidad con la que nos adaptamos a otros ecosistemas. Esto es un golpe de realidad y de lo insignificantes que somos como especie.

De las cualidades que tiene Ursula como escritora, la que a mí me despierta más asombro es su capacidad de describir. Lo hace de forma corta y contundente, en pocas líneas, pero con palabras y formas potentes. Esta mujer describiendo es como si estuviera escribiendo haiku. Una descripción de ella solo da paso a un momento contemplativo, porque ahí, al frente tuyo está el paisaje que te describe. Ignorarlo sería descortés.

De la edición en cuestión, que es producto de la tarea que adelanta Minotauro por recuperar su catálogo y entregarlo en ediciones frescas y actuales, solo me cuestiono la ausencia de la introducción que Ursula escribió para su obra y que muestra los intereses que tenía en su obra. le hubiera venido muy bien a esta edición.

En definitiva, ahí está, frente a nosotros el bosque, o el mundo; que son sinónimos.
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