Las huellas imborrables

Tras haber estado de baja por maternidad por el nacimiento de Maja, Erica regresa a su trabajo como escritora mientras su marido, Patrik, se encarga de cuidar de su hija, pues ahora es él quien está de baja por paternidad. Pero la paz que anhelaba Erica para dedicarse a escribir sin demasiadas obligaciones maternales pronto se romperá, ya que el crimen no entiende de vacaciones.

Tiempo atrás, Erica encontró en el desván de su casa un baúl que contenía recuerdos de su madre, Elsy, una mujer fría y distante que nunca había tratado a sus hijas con ternura y aprecio, motivo por el cuál Erica había tomado el papel de madre para proteger a su hermana pequeña, Anna, de la indiferencia de su progenitora. Erica siempre había querido comprender a Elsy y saber más de ella para tratar de entender por qué parecía no querer a sus hijas, por lo que el descubrimiento de ese baúl le supone una gran oportunidad para averiguar más sobre el pasado de su madre. Dentro de él había diarios y una medalla nazi envuelta en prendas ensangrentadas. Dispuesta a entender qué ocurrió, decide contactar con un experto en la Segunda Guerra Mundial y, en concreto, en el nazismo, Erik Frankel, a quien le entrega la medalla para que intente averiguar todo lo que pueda. Sin embargo, nunca pudo comunicarle a Erica sus descubrimientos, pues aparece asesinado en extrañas circunstancias. Pese a estar de baja, Patrik no puede evitar interesarse por este nuevo caso de asesinato, por lo que tanto él como Erica realizan sus propias pesquisas para colaborar con la policía y descubrir qué le ocurrió a Erik y si su muerte tiene alguna relación con Elsy.

Después del primer libro, no habíamos vuelto a tener un asesinato que tocara directamente a Erica o su familia, por lo que es muy interesante que en esta quinta parte esté relacionado con la misteriosa figura maternal de Elsy, una mujer de la que tan solo sabemos lo que nos cuenta la propia Erica, unas descripciones no muy halagadoras. Cuando Erik es asesinado, nuestra protagonista está más dispuesta que nunca a indagar en la memoria de su madre, sobre todo desde que sabe que estuvo envuelta con los nazis de alguna manera, pues vivió aquella época y el pueblecito de Fjällbacka guarda una historia bélica detrás. Así pues, en esta ocasión la línea temporal del pasado que suele estar presente en esta saga cobra mucha más importancia que en sus predecesores. En este sentido, nos encontramos a un grupo de cinco amigos en su época adolescente sufriendo las vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial: Elsy (la madre de Erica), Erik Frankel (el asesinado) y su hermano Axel, Frans (muy influenciado por su padre, simpatizante de los nazis) y Britta, una chica dulce, un poco atolondrada y obsesionada con Frans. A lo largo de la novela y gracias a los propios diarios de Elsy que Erica va leyendo, descubrimos cómo transcurrió la adolescencia de su madre entre las penurias causadas por la guerra y cómo se formó este grupo de amigos. En un determinado momento, este relato, a su vez, se dividirá en dos, debido a que Axel es apresado por los nazis y se unirá su experiencia del arresto en primera persona y cómo eso le afecta.

En cuanto al presente, se agrega una nueva policía a la comisaría, Paula, tras lo ocurrido con la inspectora Hannah en en libro anterior. Si bien es verdad que por ahora no es un personaje que tenga mucha presencia, sí que vamos conociendo un poco de ella, por lo que espero que cobre especial relevancia en las siguientes entregas. al estar de baja por paternidad, Patrik no llevará el caso, pero eso no impedirá que meta las narices en él, hasta el punto de llevar a Maja con él a la comisaría o a la escena del crimen porque no soporta verse al margen. Esto, por supuesto, no le hará ninguna gracia a Erica, quien tuvo que encargarse en cuerpo y alma de su hija durante su baja mientras su marido es incapaz de desconectar de su trabajo y parece preferir este a la niña. Me ha gustado mucho cómo la autora ha reflejado el conflicto de la pareja. Se supone que, como madre, tienes que abandonarlo todo, aunque sea de manera temporal, para entregarte al cuidado de los hijos; pero, sin embargo, parece que el padre no recibe dicha responsabilidad de la misma manera. Y no solo eso, sino que nadie le cuestiona a Patrik, o, al menos, no demasiado, el hecho de que esté investigando el nuevo caso en vez de disfrutar de su hija. Es cierto que Patrik no entra de lleno en el asesinato y lo vemos principalmente a través de los ojos de sus compañeros, pero eso no quita que no pueda evitar verse envuelto, sobre todo teniendo en cuenta que su mujer tiene un interés personal en el mismo.

Asimismo, también es interesante cómo una vez más la autora nos habla de la problemática de ser LGTB en un pueblo tan corto de miras como Fjällbacka, en esta ocasión desde el punto de vista de Mellberg, el jefe de policía, un hombre bastante mayor y retrógrado. He de decir que este personaje nunca me cayó especialmente bien porque es el prototipo de gañán machista, pero en este libro se ha redimido un poco por sus esfuerzos por comprender a la gente del colectivo y sus necesidades.

Por otro lado, y como viene siendo habitual en las novelas de Läckberg, vemos cómo otros vecinos del pueblo se ven implicados de una forma u otra en el asesinato, aunque los principales sospechosos son los que pertenecieron al círculo de Erik Frankel durante su turbulenta adolescencia.

De los cinco libros que he acometido de esta saga, este ha sido, sin duda, el más flojo. Acostumbrada a lo trepidante de los thrillers y al ritmo frenético al que nos tiene acostumbrados esta autora, Las huellas imborrables es una novela terriblemente lenta. Y esto se debe a que, como he comentado más arriba, la trama del pasado adquiere mucha más relevancia de la que había tenido con anterioridad. Si bien en las novelas anteriores esta solo servía para justificar los motivos del asesinato y para ir dejándole pistas al lector de quién podría ser el asesino, en esta ocasión el pasado ha tenido casi el mismo peso, sino más, que la línea presente. Esto ha hecho que el ritmo fuera lento y que no avanzara, pues, a mi modo de ver, las aventuras de Elsy y su grupo eran muy aburridas. También es verdad que no soy una gran fan de la Segunda Guerra Mundial porque, en general, los conflictos bélicos me generan rechazo y se me hacen muy cuesta arriba, por lo que eso, añadido a la cantidad de capítulos que se le ha dedicado a estos años, han hecho que la novela se me hiciera muy pesada. Pienso que Läckberg podría haber sido más escueta a este respecto, trazando solo los momentos necesarios para hacernos una composición de cómo fue la madre de Erica y para que pudiéramos desentrañar o sospechar si alguno de ellos fue el asesino, lo que sin duda habría agilizado la narración. Eso sí, el punto positivo de esta parte es que está muy bien documentada y que se nota que la autora ha hecho una buena labor de investigación. También me gusta cómo ha reflejado las penurias que dejó el nazismo, cómo su ideología influyó en la gente y la repulsa que se le da a esa ideología en el propio libro. Una lástima que para mí haya sido un lastre más que un añadido.

Otro aspecto que tampoco me ha gustado, y que creo recordar que ya comenté en mi anterior reseña, es la relación que surge entre Anna, la hermana pequeña de Erica, y Dan, el mejor amigo de esta. La manera en que se da pie a la relación me parece muy forzada, carente de sentido y, en general, siento que va demasiado acelerada, que ocurre todo demasiado rápido y que la autora ha tratado de borrar enseguida los traumas sufridos por Anna y sus hijos a causa de su anterior relación de maltrato, así como las infidelidades de Dan del primer libro, lo cuál le llevó a su vez al divorcio. Pero bueno, lo cierto es que este romance es algo más bien secundario, por lo que aunque me molesta, tampoco es que le dé demasiada importancia.

Las huellas imborrables no está a la altura de lo que yo me esperaba. Si bien es un libro complejo y con un gran alarde de investigación debido a toda esa trama acontecida en Fjällbacka durante la Segunda Guerra Mundial, esto ha sido un lastre para la obra, pues le ha quitado el ritmo trepidante de las otras novelas y ha hecho que sea un thriller muy lento y que no despierta demasiado interés.

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