Resulta magistral como, en tan pocas páginas, LaValle consigue plasmar la decadencia de la sociedad norteamericana de la época, las desigualdades raciales y sociales y la corrupción policial al mismo tiempo que recrea un espeluznante escenario de terror cósmico al más puro estilo de Lovecraft (de hecho, la historia se asemeja o reversiona “El horror de Red Hook” pero dando la vuelta a la perspectiva racista de Lovecraft). Con personajes que ven y sienten cosas imposibles, ventanas interdimensionales, rituales de invocación a horrores del más allá y una maldad que proviene tanto del ser humano, como de una amenaza cósmica, el lector pronto se impregna de esta atmósfera asfixiante y no puede parar de leer hasta darse de bruces con su final.
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