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Crítica de roxanaph


roxanaph
29 June 2018
Lotto y Mathilde, casados durante 24 años, aparecen ante todos como el matrimonio perfecto: hermosos, cultos, fieles… Sin embargo, es difícil conocer a alguien de verdad, y menos en el matrimonio. La historia de Lotto y Mathilde, con su doble perspectiva y la complejidad de una trama cuyos más importantes silencios no se resuelven hasta el final, me ha intrigado y me ha hecho reflexionar a partes iguales.

"En manos de las furias" es la tercera novela de la norteamericana Lauren Groff. Cuenta la historia de Lotto y Mathilde, presentados desde el principio como una pareja esencial, destinada a conocerse y estar junta. En esta novela es fundamental la voz narrativa en tercera persona, o, mejor dicho, las voces, así como el punto de vista. Construida como un díptico, tenemos en la primera parte el foco sobre el dramaturgo Lancelot “Lotto” Satterwhite, su vida desde la infancia, estudios, carrera profesional y, lo más importante, su matrimonio. En la segunda parte, algo menos extensa, es a Mathilde, su esposa, a quien seguimos. Además de una narración en tercera persona que nos va desgranando las vidas de esta pareja, una voz entre corchetes acompaña, juzga o apostilla, a modo de coro del teatro griego, muchos momentos de la narración.
Esta obra tiene muchos valores destacables, aparte del mayor o menor ingenio de los giros argumentales, que no voy a detenerme al comentar; es el modo en que la autora construye la trama, los vacíos estratégicamente situados a lo largo de la primera parte que sigue a Lotto, silencios de narración, detalles dejados caer como con prisa y que luego serán fundamentales al tejer el otro lado del relato, es la mirada de Mathilde, o sobre el hombro de Mathilde, lo que da a En manos de las furias gran parte de su atractivo.
Groff ha construido un relato que puede leerse a varios niveles. Por un lado, una intriga absorbente, al mejor estilo de los thrillers más vendidos, que mantiene al lector pendiente de las peripecias de sus personajes, y sobre todo de su lado más oscuro. Por otro lado, ha creado una novela más literaria, escrita con maestría, con una voz narrativa que es un personaje más y un lenguaje entre lo objetivo y el juicio más intenso (a veces un poco denso, pero nunca lejano). En tercer lugar, es una novela que los lectores amarán si gustan de las referencias clásicas: desde las furias del título (las Erinias perseguidoras de los culpables de graves crímenes) y los hados (ese “fate”, ese destino del título original), hasta el simbolismo del nombre heroico de Lancelot (otro mito occidental), que parece más bien un Don Juan hasta que se une a Mathilde, pasando por las innumerables referencias a Shakespeare… la novela está entreverada de algunos de los mitos más básicos de nuestra cultura.
Pero la base de todo este edificio, y el valor fundamental de esta obra, estriba en sus personajes. Lotto y Mathilde no despiertan mi empatía, pero hay algo que atrae en sus sombras, en sus ocultaciones, en sus silencios. Cada uno es definido en múltiples ocasiones desde la óptica del otro: ella es “una santa”; él es “inocente”. El recorrido por la mirada de Lotto nos da una parte del rompecabezas, pero es el relato que sigue a Mathilde, su aparente impasibilidad, su modo de influir en las situaciones, la que acaba por hacer vacilar las certidumbres del lector. Hay vidas que se construyen sobre un momento crucial, una tragedia inesperada sobrevenida antes de salir de verdad al mundo; tal vez la consciencia de este destino marque la diferencia entre inocencia o culpabilidad.
En manos de las furias es la tercera novela de la norteamericana Lauren Groff. Cuenta la historia de Lotto y Mathilde, presentados desde el principio como una pareja esencial, destinada a conocerse y estar junta. En esta novela es fundamental la voz narrativa en tercera persona, o, mejor dicho, las voces, así como el punto de vista. Construida como un díptico, tenemos en la primera parte el foco sobre el dramaturgo Lancelot “Lotto” Satterwhite, su vida desde la infancia, estudios, carrera profesional y, lo más importante, su matrimonio. En la segunda parte, algo menos extensa, es a Mathilde, su esposa, a quien seguimos. Además de una narración en tercera persona que nos va desgranando las vidas de esta pareja, una voz entre corchetes acompaña, juzga o apostilla, a modo de coro del teatro griego, muchos momentos de la narración.
Esta obra tiene muchos valores destacables, aparte del mayor o menor ingenio de los giros argumentales, que no voy a detenerme al comentar; es el modo en que la autora construye la trama, los vacíos estratégicamente situados a lo largo de la primera parte que sigue a Lotto, silencios de narración, detalles dejados caer como con prisa y que luego serán fundamentales al tejer el otro lado del relato, es la mirada de Mathilde, o sobre el hombro de Mathilde, lo que da a En manos de las furias gran parte de su atractivo.
Groff ha construido un relato que puede leerse a varios niveles. Por un lado, una intriga absorbente, al mejor estilo de los thrillers más vendidos, que mantiene al lector pendiente de las peripecias de sus personajes, y sobre todo de su lado más oscuro. Por otro lado, ha creado una novela más literaria, escrita con maestría, con una voz narrativa que es un personaje más y un lenguaje entre lo objetivo y el juicio más intenso (a veces un poco denso, pero nunca lejano). En tercer lugar, es una novela que los lectores amarán si gustan de las referencias clásicas: desde las furias del título (las Erinias perseguidoras de los culpables de graves crímenes) y los hados (ese “fate”, ese destino del título original), hasta el simbolismo del nombre heroico de Lancelot (otro mito occidental), que parece más bien un Don Juan hasta que se une a Mathilde, pasando por las innumerables referencias a Shakespeare… la novela está entreverada de algunos de los mitos más básicos de nuestra cultura.
Pero la base de todo este edificio, y el valor fundamental de esta obra, estriba en sus personajes. Lotto y Mathilde no despiertan mi empatía, pero hay algo que atrae en sus sombras, en sus ocultaciones, en sus silencios. Cada uno es definido en múltiples ocasiones desde la óptica del otro: ella es “una santa”; él es “inocente”. El recorrido por la mirada de Lotto nos da una parte del rompecabezas, pero es el relato que sigue a Mathilde, su aparente impasibilidad, su modo de influir en las situaciones, la que acaba por hacer vacilar las certidumbres del lector. Hay vidas que se construyen sobre un momento crucial, una tragedia inesperada sobrevenida antes de salir de verdad al mundo; tal vez la consciencia de este destino marque la diferencia entre inocencia o culpabilidad.
En manos de las furias es la tercera novela de la norteamericana Lauren Groff. Cuenta la historia de Lotto y Mathilde, presentados desde el principio como una pareja esencial, destinada a conocerse y estar junta. En esta novela es fundamental la voz narrativa en tercera persona, o, mejor dicho, las voces, así como el punto de vista. Construida como un díptico, tenemos en la primera parte el foco sobre el dramaturgo Lancelot “Lotto” Satterwhite, su vida desde la infancia, estudios, carrera profesional y, lo más importante, su matrimonio. En la segunda parte, algo menos extensa, es a Mathilde, su esposa, a quien seguimos. Además de una narración en tercera persona que nos va desgranando las vidas de esta pareja, una voz entre corchetes acompaña, juzga o apostilla, a modo de coro del teatro griego, muchos momentos de la narración.
Esta obra tiene muchos valores destacables, aparte del mayor o menor ingenio de los giros argumentales, que no voy a detenerme al comentar; es el modo en que la autora construye la trama, los vacíos estratégicamente situados a lo largo de la primera parte que sigue a Lotto, silencios de narración, detalles dejados caer como con prisa y que luego serán fundamentales al tejer el otro lado del relato, es la mirada de Mathilde, o sobre el hombro de Mathilde, lo que da a En manos de las furias gran parte de su atractivo.
Groff ha construido un relato que puede leerse a varios niveles. Por un lado, una intriga absorbente, al mejor estilo de los thrillers más vendidos, que mantiene al lector pendiente de las peripecias de sus personajes, y sobre todo de su lado más oscuro. Por otro lado, ha creado una novela más literaria, escrita con maestría, con una voz narrativa que es un personaje más y un lenguaje entre lo objetivo y el juicio más intenso (a veces un poco denso, pero nunca lejano). En tercer lugar, es una novela que los lectores amarán si gustan de las referencias clásicas: desde las furias del título (las Erinias perseguidoras de los culpables de graves crímenes) y los hados (ese “fate”, ese destino del título original), hasta el simbolismo del nombre heroico de Lancelot (otro mito occidental), que parece más bien un Don Juan hasta que se une a Mathilde, pasando por las innumerables referencias a Shakespeare… la novela está entreverada de algunos de los mitos más básicos de nuestra cultura.
Pero la base de todo este edificio, y el valor fundamental de esta obra, estriba en sus personajes. Lotto y Mathilde no despiertan mi empatía, pero hay algo que atrae en sus sombras, en sus ocultaciones, en sus silencios. Cada uno es definido en múltiples ocasiones desde la óptica del otro: ella es “una santa”; él es “inocente”. El recorrido por la mirada de Lotto nos da una parte del rompecabezas, pero es el relato que sigue a Mathilde, su aparente impasibilidad, su modo de influir en las situaciones, la que acaba por hacer vacilar las certidumbres del lector. Hay vidas que se construyen sobre un momento crucial, una tragedia inesperada sobrevenida antes de salir de verdad al mundo; tal vez la consciencia de este destino marque la diferencia entre inocencia o culpabilidad.
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