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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
18 December 2017
Alrededor de la medianoche, en una casa preciosa de una barrio maravilloso de Nueva York. Tras una horas agitadas, por fin Cora duerme plácidamente en su cuna; hace una media hora que su mamá, Anna, le ha dado su última toma. Cora hubiera preferido que le nutrieran con ese néctar maravilloso que siempre la tranquiliza y reconforta, pero no era el mejor momento; esta noche Anna, su mamá, tenía la cabeza intoxicada de vapores y pensamientos que le impedían reconocer las señales que le mandaba Cora. También es verdad que nuestra "bebita" últimamente no le ha puesto las cosas fáciles a su madre, pero Cora se expresa así, es su manera de hacerse entender, y si además le añadimos que en la última toma no necesitaba el artilugio que le han colocado en la boca (y que ni por asomo es parecido al calorcillo que desprende la piel de su mamá), se podría decir que esta noche es diferente, extraña, llena de incertidumbres y cargada de una electricidad negativa que tensiona a madre e hija... parece que esa comunión que las vincula esta noche no funciona como debería.

Anna, a pesar de los vapores alcohólicos que envuelven y nublinan su mente, y de los celos e inseguridades que ha sentido durante toda la noche, piensa que hoy no ha estado a la altura con Cora, que no ha cumplido las expectativas que ella misma se exige. Su hija es el mayor regalo que le ha proporcionado la vida, un ser perfecto y maravilloso. Cree que una vez llegue a su casa, todas las dudas, remordimientos y miedos que la corroen desaparecerán. Solo necesita ver a su hija, porque sabe que la decisión que ha tomado esta noche no ha sido la adecuada, pero al mismo tiempo ha sido débil al dejarse llevar por todos los que tenía a su lado...

La cena, con su patética sobremesa, por fin ha terminado. Ahora puede volver junto a su hija y, aunque procure no despertarla, al menos se asomará al sueño de los benditos, participando así de alguna manera de su paz y tranquilidad, esa que Anna siente cada vez que observa la preciosa carita de su bebé.

Cuando Anna entra en la habitación de Cora, el bálsamo reparador se convierte en "un aire de irrealidad" (tal y como lo describe Shari Lapena) que impregna y llena el hogar de los Conti. Descubre que Cora no está en su cuna: ha desaparecido.

A partir de este punto, la narración nos introduce en un drama estresante que nos precipita, al igual que a nuestros protagonistas, hacia una caída a los infiernos, donde la sensación de vértigo, culpa, remordimientos y desesperanza desgarra toda la historia. Una vez que esa pátina que envuelve a los Conti de familia perfecta, feliz y maravillosa se resquebraja, ya no hay vuelta atrás, todo estalla. Solo hay una pregunta, ¿dónde está Cora? Son las únicas palabras que se repiten una y otra vez, como un repique de campanas que anuncia a nuestros protagonistas la salida de todos sus demonios... esos que estaban resguardados y sellados a buen recaudo en el fondo de sus mentes y sus almas.

La dramática situación los ha desbordado alcanzando a todos: su familia, los padres de Anna, Alice y Richard, sus amigos, vecinos, conocidos y no conocidos. La noticia se ha expandido exponencialmente, y todos preguntan: ¿dónde está Cora?

El inspector Rasbach es el único que parece ser competente y estar capacitado para direccionar y encauzar el drama que, por otro lado, ha fragmentado el hogar de los Conti. Será el director que orqueste toda la dramática historia. Shari Lapena le ha dado unas cualidades y características que lo perfilan de la templanza e inteligencia necesarias para resolver y descubrir todas las causas y motivos, así como para responder a esa misma pregunta: ¿dónde está Cora?

El inspector Rasbach será los ojos y la mente que guiará a los lectores, enseñándonos a observar los acontecimientos con perspectiva y marcándonos los ritmos y los tiempos; así mismo, nosotros, los lectores, desde la distancia adecuada que nos ha marcado nuestro director, participaremos de toda la investigación, y conoceremos todas las posibilidades, sospechosos, pruebas y circunstancias que enmarcan nuestro drama. Y descubriremos a nuestro pesar el lado oscuro de todos los personajes; sus mezquindades, perversiones, egoísmos, engaños... tal y como se nos anticipa en la cubierta del libro, "la gente es capaz de casi cualquier cosa".

En definitiva, Shari Lapena nos ha regalado un thriller psicológico, trepidante y de alta tensión, donde el realismo de la situación, el estrés y el vértigo que soportan nuestros personajes alcanza los niveles necesarios para engancharte a su lectura, impidiéndote la desconexión de la misma. A todo ello contribuye la maestría de nuestra autora, la manera con la que ha estructurado y desarrollado la trama y, sobre todo, la profundidad de unos personajes, descarnados y fundidos, que lo dan todo. No hay duda que el resultado final es un gran libro.
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