Los grandes señores eran reservados e incomprensibles, los campesinos explícitos y claros. Pero el demonio pisaba los talones a unos y a otros.
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Los grandes señores eran reservados e incomprensibles, los campesinos explícitos y claros. Pero el demonio pisaba los talones a unos y a otros.
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Sólo la violencia con que salían despedidos los guijarros de la calle al recibir el impacto de sus furiosos puntapiés revelaba los conflictos interiores, de más decir está que la cinta de su chistera estaba virgen de todo cartelito, pero quien lo conociese hubiera percibido claramente la constante alternancia de síes y noes que aparecían en el brillo de su fieltro.
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A ti no te parece una revolucion que el alcalde quiera hacerme pagar por unas hierbas que ha creado Dios y que yo mismo recojo? |
La edad de la inocencia