La duplicidad, la sombra, el fantasma perverso de las cosas. Hay algo en ese desplazamiento davidlyncheano que abre camino a la lucidez. No es cualquier delirio, es uno inteligente. La atonalidad de Schönberg es eso, una refutación de la supuesta universalidad de una convención categorial aplicada a los sonidos para la creación musical. Están las cosas y están sus dobles borrosos -siniestros- que cargan tanta verdad como las primigenias. ¿O será el doble lo primero? Estas son las aventuras de un novelista y su novela, dobles redobles de Lai. El escritor, su pocilga, su editor, muchos locos, perversos, sádicos, masoquistas, delirantes. Un entrenamiento para Los Sorias, puede ser. Qué delicia, como decía el Rider Haggard vampiro del barrio porteño de Flores, el imaginador de mundos tan espeluznantes como adictivos.
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