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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
09 November 2018
Quienes hayan visto la serie Downton Abbey, o simplemente la conozcan, saben que el castillo/palacete que hace de Downton Abbey es casi un personaje más de la serie. Ese lugar, en la vida real, se llama Highclere Castle, y tiene mucha historia a sus espaldas. Por orientaros un poco, es una casa que ha pertenecido desde su construcción a los Carnarvon, familia de nobles inglesa que ha pasado sobre todo a la posteridad porque uno de sus componentes, el quinto conde de Carnarvon, fue mecenas de Howard Carter y patrocinador durante años de sus excavaciones en Egipto hasta que finalmente tuvieron éxito encontrando la tumba de Tutankamón, pasando a la historia gracias a este descubrimiento.

La actual lady Carnarvon, Fiona, ha decidido desenterrar la historia no solo de su hogar, sino de las mujeres que vivieron en él y contribuyeron a lo que es hoy en día. Dos son los libros que ha escrito hasta ahora sobre esas mujeres, y este es el primero de ellos (el segundo no ha sido traducido al castellano). La protagonista es lady Almina, esposa del quinto lord Carnarvon y artífice del esplendor que acompañó al castillo durante muchas décadas.

Antes de nada debo avisar que este no es un libro novelado, sino una mezcla entre ensayo histórico y chispazos aquí y allá que la autora inserta para ofrecer un retrato lo más cercano posible a los hechos y personajes reales que retrata en él. El libro incluye tres partes muy diferenciadas: los años iniciales del matrimonio y la vida en un castillo como el de Highclere para la familia propietaria y la servidumbre (el famoso arriba y abajo); la Primera Guerra Mundial y la conversión de Highclere Castle en hospital militar, así como la labor de Almina en él; y el descubrimiento de la tumba de Tutankamón en Egipto y la muerte de lord Carnarvon.

La primera parte comienza con el matrimonio entre George, el quinto conde de Carnarvon, y Almina, jovencita de diecinueve años con mucho dinero y procedencia social dudosa. Carnarvon necesitaba un respaldo económico que le permitiese mantener las propiedades de la familia; Almina era hija ilegítima de un potentado banquero que, aunque jamás la reconoció oficialmente como hija suya, siempre ejerció de padre y le otorgó una dote de aúpa que hizo que Almina fuera un partido más que deseable y que a poca gente le importara de donde venia y que no tuviese padre reconocido. Este matrimonio a priori podría parecer interesado, pero lo cierto es que estaban muy enamorados... tanto mejor si además de amor, la boda era conveniente para todos :)

En esta parte somos testigos de cómo Almina se hizo dueña de Highclere y, mientras la acompañamos en su aprendizaje cómo señora de un castillo con cientos de criados y un prestigio social que mantener, nos enteramos de cómo funcionaba una casa como esta en un periodo como aquel (hay que recordar que se casaron en 1895, así que hasta que estalló la Primera Guerra Mundial, vivimos en el libro el final de la era victoriana, la época eduardiana y el posterior reinado de Jorge V). Así, descubrimos lo que costaba preparar una cena de lujo con invitados o un fin de semana con unos cuantos amigos elegidos, entre los que podían dejarse caer personajes como el propio príncipe de Gales (si las cifras de la época marean, no os quiero contar si hacemos el cálculo en moneda actual); la vida abajo entre los criados, sus rutinas, horarios, su relación con la familia Carnarvon y su fidelidad a ella (en muchas ocasiones los puestos de trabajo pasaban de padres a hijos); cómo se elegía el vestuario adecuado para cada ocasión; los arreglos que se hicieron en la casa para mejorar, facilitar y modernizar el funcionamiento del día a día; la pasión que lord Carnarvon sentía por todos los aparatos modernos y los descubrimientos tecnológicos, con especial preferencia por los vehículos a motor (que le dieron más de un disgusto grave)...

Esta es la parte más frívola, por así decirlo, la de la vida de lujos, la de los miles de libras en decoración y comida, la de los caprichos de Almina, que eran muchos y variados... pero también es un fiel reflejo de la alta sociedad de la época y de la vida en la campiña de una de estas familias, que era muy diferente a la de una gran ciudad como Londres. Son cientos los detalles que se desglosan en esta parte que me resulta imposible enumerar, pero haceros a la idea de que mucho de lo que habéis visto en Downton Abbey lo vais a leer aquí porque imagino que la autora fue asesora de muchas de las cosas que se cuentan en la serie.

La segunda parte, dedicada a la Primera Guerra Mundial, es quizás la más densa en cuanto a datos históricos se refiere porque la documentación es exhaustiva y los números y pormenores de una guerra, extenuantes. Aun así esta parte me resultó muy instructiva porque durante un tiempo compaginé la lectura de este libro con la de Un verano antes de la guerra, y ante la imagen un tanto naíf que se daba de la guerra en el libro de la Simonson, aquí los datos (los horrorosos datos) son apabullantes, y el contraste fue bastante revelador en el momento de la lectura.

Esta parte se centra sobre todo en el hospital militar que Almina montó en Highclere (una vez más, quien haya visto Downton Abbey recordará que esta misma circunstancia se plasmó en la serie), y la implicación extenuante de la propia Almina en el hospital hasta que terminó la guerra. Incluso se le quedó pequeño y montó otro en Londres, donde los cirujanos llegaban más deprisa y podían hacerse cargo de casos muy urgentes. Durante estos años dejó a un lado su faceta de mujer superficial, orgullosa y vanidosa (que es la que principalmente se ve durante la primera parte del libro) para mostrar una faceta mucho más desinteresada y humanitaria, usando su título y su nombre para conseguir dinero y convertir Highclere en un entorno donde los soldados sanasen no solo físicamente, sino mental y espiritualmente. La prueba de lo que lady Almina consiguió en esos años está en los cientos de cartas que los soldados y sus familias le escribieron durante aquella época y a lo largo de los años una vez finalizada la guerra, ya fuese dándole las gracias como haciéndole partícipe de cómo les iba la vida... como si fuese una amiga a la que quisieran poner al día (esto, como otras muchas cosas que se narran en el libro, viene acompañado en la edición de fotografías de documentos que forman parte del legado de Highclere, expuesto allí en el propio castillo).

El estricto control de su equipo de enfermeras (ya no solo en cuestión de aspecto, sino también de moral, pues les estaba totalmente prohibido confraternizar con los soldados); la voluntad de hierro para que todo funcionase como un reloj, sin descansar ni un solo día durante meses; la estricta organización que imperaba en el hospital que le valió la admiración y el reconocimiento de los mejores médicos del país... todo ello intercalado con la muerte en las trincheras, los familiares y amigos que eran llamados a filas, las decenas de hombres miembros del personal de la casa que jamás volvieron de la guerra... Lo mismo, son muchos detalles que no puedo enumerar, pero también muchas de las cosas que aquí se cuentan encuentran su reflejos en muchas escenas de la serie ambientadas en este período.

La tercera parte es la más breve (para mi disgusto), pero aun así es emocionante para alguien apasionado por la arqueología, el Antiguo Egipto y que profese mucha, muchísima admiración, por un señor hosco, reservado y muy, muy inteligente, que vivió por y para su profesión, como fue Howard Carter... y sí, habréis adivinado que ese alguien soy yo :). A lo largo de todo el libro se van ofreciendo pinceladas de cómo iban las excavaciones en Egipto, de los viajes de los Carnarvon al país y sus estancias allí durante meses, etc... pero es en esta última parte donde asistimos al momento mágico del descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Después de catorce años de desembolso económico constante sin apenas encontrar nada relevante que compensase la inversión, Carnarvon iba a tirar la toalla y a renunciar a la concesión para excavar que tenía en el Valle de los Reyes... y fue entonces cuando Carter dio con un descubrimiento extraordinario que haría historia.

No entro en detalles sobre el hallazgo en sí porque quien busque puede encontrar mucho sobre el tema; a mí lo que más me ha gustado es la justicia que se hace a Carter en estas páginas, un apasionado de Egipto y de su trabajo que solo quería que le dejasen hacer lo que tenía que hacer, que odió con toda su alma el faranduleo que se montó alrededor del hallazgo de la tumba y que detestaba a la prensa y los visitantes que no le dejaba trabajar en paz y que le mantenían alejado de la tumba durante días y días. Carter siempre me ha producido una admiración y ternura especiales por su carácter introvertido alejado de postureo, por lo mucho que hizo y lo poco que se le reconoció, por la poca gratitud que recibió y buscó cuando cualquier otro se hubiese puesto medallas hasta que se le descolgase la pechera por el peso.

Continuando con la historia, y como buena muestra de lo injusto que es a veces el destino, lord Carnarvon llegó a ver de manera privada la cámara mortuoria, pero jamás asistió a la apertura del sarcófago de Tutankamón. Algo tan simple como el picotazo de un mosquito y hacerse una herida sobre el picotazo mientras se afeitaba, acabó con su vida allí mismo en Egipto. Un hecho fortuito y absurdo se lo llevó por delante cuando solo quedaban días para ver cumplido el sueño que le había costado casi toda su fortuna.

Me voy callando ya, pero antes quiero alabar la labor de investigación de la autora, porque es intachable, encomiable y puntillosa; llega a detalles que demuestran la dedicación por contarlo todo del modo más exhaustivo y verídico posible, y más teniendo en cuenta que ella no es historiadora y que estos libros nacen simplemente de la necesidad de contar la historia de su familia y su casa. Para quien le gusten este tipo de curiosidades históricas, conocer cómo era la vida en un castillo o palacete a principios del siglo XX, que le interese descubrir cómo se vivió la Primera Guerra Mundial en la campiña inglesa y el funcionamiento de los hospitales militares que se instalaron en ella, y quiera saber más sobre la familia que hizo posible el descubrimiento de la tumbra de Tutankamón... pues este es su libro. Si no, pues imagino que le parecerá un peñazo (cosa que me parecería faltal-osea porque es súper interesante, palabrita xD).

No puedo terminar sin dejar constancia de la sorpresa que me causó llegar al final y enterarme de que Almina, enamorada hasta las trancas de su conde, que sufrió lo indecible con sus varias enfermedades y su muerte, que se pasó un día entero arrodillada junto a su tumba aturdida de dolor, bladibladibla... se casó con otro a los seis meses contados. Tal cual. A rey muerto rey puesto, y a otra cosa mariposa. Anodadada me quedé después de lo que se cuenta sobre el matrimonio en el libro y lo desolada que había quedado tras la muerte de su marido :)
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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