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Este fue, es y será uno de los libros de ciencia ficción juveniles más decepcionante que he leído nunca. Leer este libro es como creer haber encontrado diamante para acercarte más y ver que, simplemente, es un cristal sucio y roto. Es violento; no porque en el libro se escenifiquen pugnas. No. Es violento porque él mismo te va dando bofetadas a cada página (las irrelevantes duelen el doble, aviso) que pasas. Yo no sé si el autor, en su casa, buscó hacer dinero fácil subestimando el juicio de los lectores jóvenes, si es que tiene la mentalidad de un adolescente de 15 años o si, simplemente, su necedad le ha impedido desarrollar como debiera la historia. No digo que el planteamiento sea malo: un extraterrestre huye junto a otros jóvenes de su planeta natal por estar a punto de ser destruido, a vistas de poder en el futuro reproducir la especie. Llegó de niño a la Tierra con apariencia humana y, más o menos, se insertó correctamente. Todo parecía ir bien hasta que otros alienígenas malvados lo buscan para matarlo. Mira, normalmente no coincidiría con teóricos de la literatura como Luzán que en el teatro defendían una unidad de acción sin tramas secundarias. También sé que esto no es teatro. Pero, vista la poca capacidad del autor de sobrellevar subtramas de forma apropiada, hubiera pagado el doble por ver una trama centrada exclusivamente en el argumento interplanetario si eso significaba una mayor riqueza y seriedad del texto. En pocos libros recuerdo haberme aburrido tantísimo como para PASAR PÁGINAS SIN LEERLAS y aún así no perderme nada relevante. El libro se titulará Soy el número cuatro, pero para mi es el 0; afín a su valor. |
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