No llores

En esta novela encontramos un thriller psicológico en el que la autora juega con nosotros hasta prácticamente el final. La historia ha logrado atraparte, aunque es cierto que he podido intuir cierto devenir de los acontecimientos.

La historia comienza cuando Esther desaparece del piso que comparte con Quinn. Quinn regresa a casa y comprueba que su amiga no está, que la ventana está abierta y que se ha dejado su móvil y sus pertenencias. Ante esta situación, decide comenzar a indagar en la habitación de Esther e incluso a denunciar su desaparición. Junto a esta historia encontramos otra que comienza en una cafetería. Aquí trabaja Alex, un chico de dieciocho años con un contexto familiar complicado, lugar en el que aparece una misteriosa joven a la que decide llamar Perla. Alex se siente atraído por esta chica y comienza a acercarse poco a poco a ella. Las dos historias están estrechamente conectadas y cobrarán todo su sentido en los últimos capítulos.

De sus personajes he de destacar a Quinn, quien se muestra fiel a la amistad de Esther y decide tratar de dar con su paradero, a pesar de que todo parece apuntar a que Esther no es quien aparenta ser. Además, me ha gustado mucho el personaje de Alex, pues es un chico fuerte y muy maduro para su edad; un joven que tiene que lidiar con una situación muy complicada.

La novela se divide en capítulos muy breves y no numerados. Todos comienzan con el nombre del personaje que los narra: Quinn o Alex, quienes dirigen y nos hacen testigos de sus historias. Estos capítulos breves, unidos con una prosa sencilla y ágil, hacen que la novela te atrape y que no puedas soltarla.

Por último, la portada me parece más que acertada y en ella he visto reflejada a Esther.

En definitiva, no puedo decir que es el mejor thriller que he leído, pero sí que ha logrado atraparme y evadirme durante varias horas.