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Aviso: va a ser una reseña genérica de la trilogía entera, #SinSpoilers


No es ningún secreto que Jay Kristoff escribe magníficamente bien. Y aunque la fórmula base, a priori, me pareció muy similar a la que me encontré en la trilogía Nuncanoche, debo decir que, a partir  del segundo libro, se ha ido desviando hacia otros derroteros dando lugar a una obra muy diferente a pesar de partir de elementos muy similares.


Un mundo decadente. Una protagonista forjada a partir de desgracias y que quiere derrocar la figura de poder. Un animal-mascota tan sarcástico como entrañable.


A los que hayáis leído Nuncanoche, es probable que esto os resulte conocido. ¿Pero para qué cambiar algo que funciona y que el autor domina a la perfección? Creo que tiene mucho mérito ser capaz de coger unos mismos elementos y convertirlos en dos obras absolutamente diferentes. Transformándolos al introducirlos en mundos tan distintos y sorprendiendo al lector con múltiples giros, algunos más inesperados que otros.


Es cierto que, quizás, algunos giros me hayan sorprendido algo menos, sobre todo al inicio, al haberme resultado parecidos a los que vi en Nuncanoche. En especial los referentes a algunos personajes secundarios, pues al seguir un prototipo similar, me podía oler alguna de sus acciones. A pesar de ello, sí que me he llevado alguna que otra sorpresa.


Y ahora, ¿podemos hablar de lo bien que funciona la ambientación a lo japón feudal con aires steampunk? Sencillamente maravillosa. Para mí, el mayor punto fuerte del libro. Samuráis con katanas de sierra, lanzadores automáticos de shurikens armaduras que parecen trajes espaciales, barcos voladores... Todo ello funcional gracias al loto de sangre, que actúa como combustible, y que es, también, el principal origen de las batallas y las diferencias sociales (¿veis el crítico paralelismo con nuestro mundo?). Es esta construcción del mundo la que le da a la trilogía un aire distópico.


La parte más fantástica nos viene a través de criaturas que rozan lo mitológico. Seres como dragones, kitsunes, serpientes marinas y arashitoras harán acto de presencia, sea formando parte directa de la trama, sea a través de historias y leyenda, y algunos incluso se acabarán convirtiendo en un personaje más del amplio elenco.


A través de la historia de varios personajes, que darán lugar a múltiples focos de acción que poco a poco se irán conectando, nos adentramos en una trilogía dinámica, ligera, con unos personajes maravillosos y un mundo alucinante que cautivará a los amantes de la fantasía y que atrapará a los lectores de obras con tintes más distópicos. Una historia que despertará en el lector un revoltillo de emociones que van desde la euforia al miedo, pasando por la alegría y la tristeza, y que lo mantendrán en un estado de vilo constante.


Además, ¡menudo pedazo de final de trilogía! Se me ha escapado alguna lagrimilla, no os voy a engañar.


Aunque recomiendo que dejéis pasar un tiempo prudencial entre las lecturas de las diferentes sagas del autor, es una historia que merece la pena descubrir.