Da igual

Cuando Agota Kristof se exilió en Suiza tuvo que aprender francés como pudo, no solo para vivir allí y trabajar, sino también para escribir ya que lo deseaba imperiosamente. Como cuenta en su breve relato autobiográfico La analfabeta, al principio se sintió un poco insegura y desorientada con este idioma pero poco a poco sus relatos fueron cogiendo forma.

Por ello quizá estos relatos son tan breves y de un vocabulario y frases más bien sencillas, pero no dejan de ser intrincados. Se trata más bien de cuentos perturbadores que narran historias oscuras, extrañas y en algunos casos extravagantes. No sé si con un lenguaje más complejo hubiesen sido mejores, pero desde luego la autora expresó con muy pocas palabras una atmósfera viciada y desagradable como pocos autores he leído hasta ahora.

Al leer muchos de estos relatos he tenido la sensación de que estaba presenciando más bien pesadillas. Sueños que más que dar miedo perturban. En algunos casos la fantasía que aparece en ellos hace que te acerques a la ficción, pero en otros tienes la sensación de que podrían ser perfectamente reales.

Además, el libro se lee rápido dada la brevedad de los cuentos: algunos ocupan dos o tres páginas y otros simplemente una cara. Quizás lo que comentaba anteriormente acerca del lenguaje sencillo utilizado también haga de la lectura de este libro una más ágil y fluida.

Un libro recomendable para cualquiera que no se considere demasiado sensible y quiera una lectura breve pero diferente.