La fábrica de canallas

“Entonces comprendí por qué ama un ser humano a otros seres humanos, y es que no tiene más remedio que amarlos, pues eso constituye, para cada uno, la única esperanza de seguir siendo humano a pesar de todo” ~ La fábrica de canallas de Chris Kraus.

Chris Kraus es el director y guionista de una mis películas favoritas: “Cuatro minutos” –“Vier Minuten”, en alemán por si no la encontráis de otra forma–. Una película con muchos ingredientes para gustarme: rock, música clásica, piano, IIGM, diversidad, amistad… Así que cuando vi que había escrito este libro, allá me lancé de cabeza.

Novecientas páginas de novela así que, en fin, os podéis imaginar: partes que me han encantado y otras que me han aburrido horrores. La historia en sí podría estar mejor. Para mi gusto le falta un poco de emoción que supongo que queda reducida por el hecho de que está contada en primera persona y claro, ya sabemos qué le va a pasar al personaje o, mejor dicho, qué no le va a pasar.

El libro comienza en un hospital donde un anciano, Boja por su nombre abreviado, y un hippie comparten habitación. El primero narra su vida, desde comienzos de la II Guerra Mundial en Riga hasta la actualidad. Nos va haciendo espoiler de algunas cosas, –tampoco lo hace muy bien con lo cual la tensión se relaja–, y vamos avanzando en la historia familiar de Boja y su trabajo como espía para todas las partes: nazis, judios, CIA, rusos. ¡Menuda liada! La verdad es que a pesar de lo larga que es la historia no he conseguido encariñarme con ningún personaje.

Dividido en cuatro partes, os diré que las dos primeras me encantaron pero la tercera se me hizo larga y pesada. Había capítulos que me daban ganas de leer en diagonal y por momentos hasta estuve a punto de plantar pero soy terca y ya llevaba 500 páginas leídas así que bueno, ¿qué mal me iban a hacer 400 más? La cuarta mejoró un poco al comienzo pero saturé de personajes y de situaciones que ya me estaban sobrando y que terminé con un “uf, ¡por fin!” que quizá lo dice todo.