Un libro extraordinario. Hay un jardín perfecto, un monasterio milagroso, está el nuevo Japón, la lucha entre la vida y la muerte, la apertura de la naturaleza y una maravillosa alegoría de la arquitectura. También se puede leer como una reflexión literaria sobre la relación imposible entre el espacio, el tiempo y el insoportable infinito. Hay que encontrar ese jardín mágico dentro del monasterio. La novela provee las coordenadas para el monasterio. Creo que es la alegoría de una ascesis, por eso invita a revisar la configuración de la experiencia subjetiva. Ese lugar desde donde se codifica todo, eso queda objetado, en reelaboración. Es uno de esos libros que le hubiera gustado leer a Walter Benjamin.
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