Varios autores y editores que respeto me aconsejaron que no escribiera el libro tan rápido como lo hice; me instaron a esperar dos o tres años y poner así distancia entre mí y la expedición para obtener una perspectiva mejor. Era un buen consejo, pero finalmente lo ignoré, sobre todo porque lo que sucedió en la montaña me corroe las entrañas. Pensé que escribir el libro podría eliminar al Everest de mi vida. Pro supuesto, no lo ha hecho.
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