Apoyó la escuadra en el punto escogido, trazó una línea recta y serró por ahí, pensando en los viejos tiempos, cuando se daba por hecho que los hombres armaban los ataúdes de sus seres queridos, y se dio cuenta de que estaba bien así, de que se trataba de un privilegio que ya pocos hombres conservaban.
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