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Esta novela, escrita en 1965, no es una novela cualquiera. Es un alegato, sin embellecimiento alguno, contra la monstruosidad de la guerra, contra la superstición, contra la barbarie... aunque todo lo que muestre sea guerra, superstición y barbarie. Ambientada en zonas rurales de la Europa del este, en plena segunda guerra mundial, los campesinos de las aldeas luchan día a día por sobrevivir en un mundo que ya no solo es duro por naturaleza, sino porque desde fuera también se lo hacen más duro. En este entorno hostil, un niño de 7 años, judío, es dejado al cuidado de una mujer por el miedo que tienen los padres a ser arrestados de un momento a otro. Cuando la mujer fallece repentinamente, comienza un calvario y un peregrinaje que hará que el chiquillo viaje de sitio en sitio buscando su propio hueco, aunque siempre sin encontrarlo. En este peregrinaje, sufrirá infinidad de golpes y vejaciones, se agarrará a toda fe conocida y verá cómo su inocencia irá desapareciendo poco a poco hasta convertirlo en alguien muy distinto a lo que era. Como apunta el autor en el prólogo, quería enfrentar al ser humano en su forma más vulnerable, un niño, con la sociedad en su forma más aplastante, una guerra. Un libro esencial que entra dentro de mi Olimpo personal, pero no apto para todos los paladares. Si buscas una historia bonita, el pájaro pintado no es la tuya. |
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